Zidane exprime un fantástico limón

El pequeño y vacío campo de Ipurua escenificó un partidazo, característico de la Liga española, entre el mayor portaviones del fútbol mundial y el equipo que representa a un pueblo de 30.000 habitantes, enclavado en la profundidad de un valle guipuzcoano. Es la clase de partido que disgusta a los propulsores de la Superliga europea. Lo ganó el Real Madrid, después de jugar la mejor media hora imaginable de fútbol y de sostener, no sin dificultades, la ventaja frente al admirable Eibar, un equipo que si no existiera habría que inventarlo. Le viene de maravilla a la Liga como mensaje.

El Madrid sabe de primera mano la complejidad del campeonato español. Esta temporada ha perdido con el Cádiz y con el Alavés, dos rivales que nunca se encontrará en Europa, pero que representan el versátil carácter de la Liga, donde la desigualdad económica no garantiza la inmediata superioridad en el campo. Las victorias tienen que trabajarse, y mucho, a la vista de lo que sucedió en Eibar. Los aficionados sí valoran estos partidos porque ofrecen el retrato más fiel del equipo, el cotidiano, el que digiere mal las distracciones.

Un momento del partido de Ipurua en el que el Real Madrid salió con la victoria.

Los tres últimos partidos del Real Madrid habían sido crecientes: sólido y eficaz en Sevilla, autoritario contra el Borussia Moenchengladbach y magnífico frente al Atlético. En Ipurua se superó en la brillante media hora del encuentro. El Madrid elevó el fútbol a una categoría exquisita y feroz a la vez. Jugó con una armonía insuperable, a la máxima velocidad y precisión, con un despliegue brillante en cada jugada y los mejores recursos de sus jugadores más acreditados. La exhibición de Benzema, Modric y Kroos fue portentosa.

Si a la belleza del fútbol jugado con la máxima calidad se añaden detalles infrecuentes por su creatividad, el espectáculo es insuperable. Durante media hora, el Real Madrid ofreció el partido que sueñan sus aficionados. En la hora siguiente jugó bien y hasta muy bien en ocasiones, pero se encontró con la respuesta de un equipo que se negó a capitular. Con sus conocidos recursos (presión alta, indesmayable, aperturas a los costados, centros al área y juego largo para Kike García), el Eibar se rehízo y mantuvo al Madrid en estado de máxima alerta.

El giro se produjo en el gol de Kike García, delantero impagable por su compromiso profesional, el conocimiento del oficio y la sabiduría para desentenderse de todo aquello que no sabe o no puede hacer. Jugador inteligente, por tanto, capital para el Eibar. Su golazo señaló un nuevo comienzo del encuentro. El Madrid respondió, dispuso de oportunidades, transmitió poderío y no se dobló cuando el Eibar le apuró.

La respuesta general fue más que buena, con un solo perjudicado. Varane pasó muy malos ratos con Kike García, que salió ganador de un duelo que estuvo a la altura del partido. De lo demás se ocuparon unos jugadores que se repiten en la alineación jornada tras jornada. No se puede ni se debe desaprovechar el estado de gracia de futbolistas como Luka Modric, Karim Benzema y Toni Kroos. El Madrid tampoco se puede permitir ventajas al Atlético. Zidane lo sabe y exprime el limón. Hace bien. Cuando no lo exprimió, el Real Madrid decepcionó y se colocó al borde del abismo.