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El mañana siempre llega

Un hombre me contó que antaño, en los días de excesos, los amigos decían mientras se metían: “Total, no hay mañana”. Y al despertar él siempre lo hacía con la sensación contraria, con la sensación de que el mañana siempre llega. Excepto un día, claro. Algunos vivimos estresados, queriendo controlar con exactitud dónde estaremos mañana, dando por hecho que siempre llega. Y un domingo cualquiera uno está en el sofá esperando a ver el partido del Espanyol cuando por el grupo de las pachangas envían un vídeo de la típica jugada de estrategia perfecta por sencilla y eficaz. La típica jugada de la liga brasileña que algún día podríamos poner en práctica y nunca haremos. Un saque de banda que acaba en gol. Y en la celebración de pronto reconozco a Juanfran y digo: “¡Coño, Juanfran!”.

Total, que con el 0-3 a favor, después de sonreír al ver que Keidi Bare es duro, limpio y jugón, después de disfrutar con el negroni de Darder, Melendo y Melamed, y después de comprobar que Puado permite a De Tomás ser más De Tomás que nunca, me pasé los treinta últimos minutos en duermevela, imaginando a quién de los que ahora juegan en el Espanyol me encontraré años más tarde en un vídeo viral de Instagram; quién será el Juanfran de turno.

A veces intentamos que el mañana llegue hoy, o creemos que debería haber llegado ayer. No recuerdo dónde leí que mejor ser ligero como un pájaro a ligero como una pluma. La corriente empuja al Espanyol hacia el ascenso directo. Lo digo después de ganar a un Logroñés que no es el antiguo Logroñés y mientras desde Mallorca señalan con cierto desprecio el trabajo de Vicente Moreno: son ricos, ergo no hay mérito. Para disfrutar de esta naturaleza me aferro, como en el día a día, a lo que Uriarte escribía para liberarse de la etiqueta de rentista exitoso, para evitar que las expectativas (no suyas, sino de los demás) le turbasen el mañana: “Tomé las decisiones que tomé porque, en última instancia, me creía capaz de irme a vivir a una choza en un pueblo de Marruecos”. Como concepto para el aficionado no viene mal en caso de no subir. Y para el jugador, tampoco. Siempre hay una liga brasileña.