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Entre el morbo y el último milagro

Cualquier resultado del sorteo al que se enfrentaba el Barcelona era, a día de hoy, la muerte a pellizcos. El equipo blaugrana, por primera vez en mucho tiempo partía en un sorteo perdiendo la condición de favorito fuera cual fuera el rival que le tocara. Puede que esto no sea necesariamente malo si se administra inteligentemente. De ejemplos de desastres saliendo como favorito, la historia reciente está llena. El equipo de Koeman llegaba al cruce de octavos en un punto en el que sólo aspiraba a dar la sorpresa, pero había sorpresas más difíciles que otras.

Entre las sorpresas Premium con añadido de trauma gigantesco y visita al psicólogo para exorcizar demonios estaban las bolas del Liverpool y el Bayern de Munich, que eran la muerte peluda. Luego estaba el morbo del Manchester City que comportaba toda la parafernalia de la visita de Guardiola y la rumorología en torno a la posibilidad de que Messi acabe en el Etihad, lo que conllevaba un ruido que podía distraer de lo fundamental. En otra categoría estaban las falsas ilusiones que encarnaban el Borussia Dortmund de Haaland y el Chelsea, dos equipos contra los que el Barça corría el peligro de hacerse ilusiones para revivir los últimos dramas europeos con nuevos actores y así empeorar el drama.

Y finalmente, quedaba el PSG, el equipo que tiene de todo un poco. El cóctel contra los parisinos es el combo completo. De lado blaugrana, aporta la esperanza de que fue ante los franceses cuando se vivió la última gran noche europea con la remontada del 6-1. Pero desde entonces han cambiado muchas cosas. La principal es Neymar, que a la espera del diagnóstico de su lesión, ahora juega con los franceses después de ser su verdugo en esa noche mágica. Por si fuera poco, existe también el componente Messi, que tiene en el equipo de capital catarí a uno de sus pretendientes más interesados. Y tampoco podemos olvidar las ganas de revancha de los parisinos. El pack del morbo está servido, pero no olviden que el último milagro fue ante los franceses, que ante el Barça siempre acaban derrapando.