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Dormir abrazado al coco

Hay quien dice que dormir es como estar muerto; como si la oscuridad, el sueño y la noche equivalieran a la nada. Cuando un equipo atraviesa una mala racha, ya sea de partidos o durante los noventa minutos, se habla de que está dormido como eufemismo a estar incapacitado. En la ya superada mala racha del Espanyol algunos veían confirmadas sus sospechas: el inicio de temporada había sido un espejismo, ni Vicente Moreno ni los jugadores estaban a la altura, o se daba un cambio radical o peligraba el ascenso. Pero claro, tampoco se iba a ser catastrofista del todo en la jornada catorce. Las críticas eran un poco como las nanas de aquí, pero con el fin invertido: “En una sorprendente dualidad, la canción de cuna española exhorta al niño a rendirse al sueño hablándole con cariño, mientras lo amenaza con los peligros que le acechan”, leí en el último número del National Geographic.

Se necesita de mucha templanza para transitar en la regularidad de éxitos, sobre todo si uno no está acostumbrado, como le ocurre a cualquier perico. Es como el ciclista que se ha escapado del pelotón y empieza a mirar la cima, y cuanto más mira, más distorsionada la ve. De ahí que en el fútbol se inventara lo del partido a partido: para evitar mirar arriba y así administrar la concentración. Moreno supo lidiar con el primer fundido a negro. Durante los viajes de ácido, cuando uno ve el abismo, suelen tranquilizar con un “deja que pase, forma parte del juego”. Y es que no existiría la luz si no fuera por la oscuridad.

Ahora vuelve a ser de día para el Espanyol. Y lo mejor de todo es que incluso sabe desinhibirse, sabe entregarse al descontrol y jugar con el revuelo, con los resultados en contra, con las burlas, con las polémicas arbitrales y con las furias rivales. “Te llamas a ti mismo artista y ni siquiera sabes huir de tus responsabilidades”, escribió Jane Bowles. Parece que la noche ha creado hueco para la inspiración alocada dentro de la rigidez tan funcionarial como habitual. Y en el desorden aparecen figuras que no se encontraban, como primero Nico y luego Wu Lei.