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Un portero llamado Leyenda

Pocos Premios AS han tenido un sentido de la justicia más elevado que este. Iker Casillas se coló en nuestras vidas hace más de dos décadas y hemos crecido y disfrutado con sus milagros en el campo; hemos llorado con sus lágrimas en Glasgow tras ser el héroe de la Novena casi por accidente; hemos aplaudido su beso a Sara Carbonero cuando España reinaba con el mundo a nuestros pies en Sudáfrica; nos hemos enojado viendo el linchamiento inmoral que sufrió por esa parte de la afición del Madrid que prefirió a Mourinho antes que a su héroe con guantes de la cantera; hemos gozado con sus éxitos en el Oporto tras verse obligado a hacer las maletas; hemos rezado para que saliese a flote tras su infarto de 2019; hemos aplaudido su valentía para afrontar su situación personal con entereza y agallas...

Todo eso ha convertido a Iker en uno de los nuestros. Un chaval corriente, con sus pueblos siempre por bandera. En Móstoles hay unos campos de fútbol con su nombre que recuerdan su legado. Y en Navalacruz ya vimos en el espléndido reportaje de Movistar ‘Colgar las alas’ que allí es uno más, aguantando las bromas y el burreo sano de sus paisanos como me pasa a mí cuando voy a Herencia y a Villarrubia de los Ojos. Casillas es historia viva del fútbol español porque ha estado en todas las fotos que quedarán para siempre en nuestra memoria.

El póster de Viena 2008, Johannesburgo 2010 y Kiev 2012 nos muestra a ese chaval orgulloso levantando la copa que elevábamos con el espíritu millones de españoles. Y no olvidemos las tres Champions que ganó con el Madrid, su Madrid. No ha sido fácil ser Iker Casillas en los últimos tiempos, pero eso le ha curtido, le ha hecho madurar a base de golpes y ha fortalecido lo que ya sabíamos los que le conocemos desde 1999. Iker es buena gente. Es Leyenda.