El pecado de Zidane
No hay nada peor en la derrota que la falta de sorpresa. Nadie puede decir que fuera inesperado el petardazo en Kiev. El Madrid se hundió sin honores ante un Shakhtar de segunda fila, permisivo atrás y solo afilado en ataque cuando sintió de verdad que podía ganar. No levantan cabeza los de Zidane, al que se le ha caído el plan categóricamente. Si la estrategia de presionar arriba que le acercó al éxito en la pasada Liga no le funciona, el Madrid no tiene nada en ningún aspecto del juego. Es un equipo burocrático, privado de descaro individual y tan accesible para los rivales como inerme en las proximidades del área rival. El catálogo de deméritos en Ucrania fue tan rico y variado, a excepción de un inicio aseado, como siempre. Se ha vuelto un conjunto redundante en los errores.
Superadas esas situaciones de riesgo, el Shakhtar tomó conciencia de lo que estaba sucediendo. La victoria estaba a un simple paso. Se recompuso tras el descanso, minimizó sus concesiones y se encomendó a unas transiciones que volvieron a denunciar el terrible balance defensivo del Madrid. Parece imposible correr peor hacia atrás. Atenazado, presente el miedo a perder, ningún jugador tuvo voluntad para el cambio. Que un equipo como el Shakhtar, que salió vapuleado en su doble compromiso con el Gladbach y al que solo un milagro le posibilitó empatar contra el Inter, viviera cómodo en el tramo final define inequívocamente la decadencia del Madrid. El delito apunta a toda la estructura, pero el pecado primero es el de Zidane por el conformismo táctico que desliza su equipo. El fútbol blanco no da hoy para más.
La transición defensiva
Al atacar mal, el Madrid defiende mal. Cada jugada inacabada derivó en un contraataque del Shakhtar. En el perfil débil siempre tenía ventaja al no corregir su posición ningún jugador blanco. En esa posición recibió Solomon en el 2-0.