El Barça cuando no lo ven jugar
Vi el partido en La Bámbola, el bar de Santa Cruz de Tenerife donde mezclan fútbol y cerveza. Intrascendencia en el resultado y certeza en el aire: no hubo ni un minuto de fútbol que fuera desperdiciado. Ni uno de los futbolistas abandonó el entusiasmo de jugar. Desde esa circunspección que marca su carácter, Coutinho organizó un ataque que no descuidó la retaguardia y Aleñá explicó que jugar es, sobre todo, crear la retaguardia. No hubo un instante en que el equipo no se obligara a explicar el fútbol como si acabara de aprenderlo. Fue fútbol desde el amor al juego, como si no los estuvieran viendo jugar sino aquellos que estaban en el graderío, suplentes u ojeadores. Era un ensayo general, una especie de homenaje a los ojos de quienes buscan hacer del fútbol una clase de aritmética.