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Placeres culpables

Con Mariano ocurre como con esas películas con las que parece que siempre hay que disculparse por adelantado por decir que te gustan. "Es una tontería, pero al final te ríes". Con el delantero del Madrid sucede algo parecido: "Mariano es lo que es, pero mete sus goles". Eso se escucha mucho. Como si el gol fuera un arte menor.

La risa en el cine es muy cara, como lo es el gol en el fútbol. Una vez conocí a un productor de teatro que, sin saber una sola palabra de francés, cada año se iba a París a ver los estrenos y decidía qué obras traía a España contando las risas del público: a partir de cierto número sabía que sería un éxito. Le daba igual si la obra tenía quince premios Molière o si la crítica la había despedazado. "No te hagas líos: la risa es lo que vende". Con Mariano es así. Hay delanteros de arte y ensayo como Benzema, premiados en Sundance, con un estilo propio y que dominan la técnica del plano secuencia; a todos nos gusta decir que nos gusta Benzema. Y luego está Mariano, que es como una película de The Rock: hay peleas, revolcones, empujones, explosiones y pocos mensajes memorables entre líneas. Pero no se siente menos que nadie.

La película que no termina de llegar a nuestras salas es la de Hazard. El "estado de forma óptimo" del belga empieza a ser como un país imaginario o la ínsula de Sancho Panza. Una idea, una utopía, un lugar inalcanzable. Con Eden sucede como con esas cosas especiales que reservas para el momento perfecto, y luego nunca acaba de llegar ese momento, y los meses van pasando, y de repente te encuentras comiendo bombones solo, poniéndote esa colonia para una videollamada o celebrando por todo lo alto el primer gol en un año de Hazard en Valdebebas y sin público. No tengo dudas de que Hazard es buenísimo. Lo que empiezo es a tener dudas de que él mismo se acuerde de que lo es. No sé ya si sufre del síndrome del impostor, o si lo sufro yo, pero desde que firmó por el Madrid me recuerda a ese disco de Guns N’ Roses que iba a ser una gran obra maestra, pero que nunca terminaba de salir, y que cuando finalmente salió, doce años después, ya nadie les estaba esperando. Ni siquiera los componentes de la propia banda.