Luis Enrique devuelve a España a la excelencia

Definitivamente no se puede jugar mejor al fútbol que España ante Alemania. Fue una noche memorable, difícilmente repetible, que despertó la admiración unánime por el cómo y el contra quién. No le faltó nada a la Selección, que ofreció una exhibición maravillosa en todos los frentes del juego. La pizarra de Luis Enrique ha transformado a aquel equipo durmiente y ha potenciado tendencias que parecían olvidadas desde hace demasiado tiempo. España aplastó a Alemania con mandatos obligados en el fútbol de hoy. Desde una presión colosal hasta una expresividad con balón inalcanzable para casi cualquier equipo. Esta vez Luis Enrique evitó extravagancias en la alineación y apostó por los jugadores que mayor rendimiento cercano le han dado. La caligrafía de Rodri y Koke dictó la partitura, la explosividad de Ferran maltrató a Max y los apoyos excelentes en zonas intermedias de Morata sacudieron las vergüenzas tácticas de Alemania. Fabián estuvo en todo, Olmo se movió con inteligencia y los laterales se proyectaron las ocasiones justas y correctas.

España hizo bien en presionar a Alemania en la salida y en atraerla cuando la posesión era roja. Alemania nunca logró conectar con su tridente ofensivo por el empuje español. La Selección siempre apretó al poseedor y debilitó sus opciones de pase cercanas con un bloque estrecho y compacto. El éxito le permitió recuperar rápido y en zonas medias. Después llegó el vendaval con el balón. España citó a Alemania para sacar a su defensa y atacar con dinamismo, verticalidad y precisión el toque. Morata se ofreció dentro y los extremos estiraron a la zaga rival bien abiertos y en posición más alta que el delantero. La colocación de las fichas liberó a los interiores. Sueltos Fabián y Koke, sin oposición alguna Rodri como medio centro, España cosió el fútbol extraordinariamente bien desde un Pau Torres exquisito otra vez en la salida. Es cierto que sorprendió la flojera de Alemania, indolente en las vigilancias y quebrada por el eje, pero no se puede atribuir a esta causa el recital de los de Luis Enrique. España fue una, magnífica de inicio a fin, sabiendo penalizar la vulnerabilidad de su adversario en una muesta de carácter competitivo. A diferencia de compromisos previos, tuvo fuelle para sostener su idea durante noventa minutos. No hubo apenas signos difusos en las transiciones defensivas y se comportó con total fiabilidad en su jurisdicción defensiva. Todo fue perfecto. En su afán por trascender, la Selección de Luis Enrique marcó su propio camino y alentó sueños que parecían olvidados.

Atraer y romper

Morata viene a recibir y Fabián toma altura. El delantero pone de cara a los interiores, abre a la banda o gira. La Selección avanza con elocuencia.