El Espanyol más humano

El pedestal. Cualquier desliz o resbalón te lleva a la lona, da igual si enfrente está el campeón de los pesos pesados o un principiante, y si no que se lo pregunten a Diego López, que ha vivido más combates que cualquiera de los 22 futbolistas que salieron de inicio al estadio Fernando Torres. El portero gallego, impoluto en las 11 jornadas anteriores, intepretó mal una salida que acabó en penalti, dos puntos perdidos para un Espanyol que seguirá de líder pero que, como advierte Vicente Moreno, no debe bajar un ápice sus revoluciones, de lo contrario podría caer de su pedestal.

El muñeco. Todo hubiera cambiado si a los 30 segundos Cabrera no hubiera sido capaz de despejar un balón que se colaba en la meta del gallego. Mal presagio para un Espanyol que vio como otro disparo se estrellaba en el larguero mientras no encontraba comodidad sobre el verde. El Fuenlabrada jugaba de memoria, como aquel niño que recita las tablas de multiplicar, y por primera vez el Espanyol pareció vulnerable, como en Vallecas, cuando se vio superado en el juego y en el marcador. Solo Melendo, a quien le pegan como a un muñeco, encontró profundidad, mientras que Vargas y Embarba estuvieron desconectados hasta la jugada del 0-1.

El goleador. Porque los protagonistas fueron los de siempre. Embarba le puso en bandeja el séptimo tanto a RdT después de una jugada colosal. El extremo dominó el espacio con un control con el exterior definitorio, mientras que luego la pisó como si fuera un artista del fútbol sala y le sirvió el gol al madrileño. Los ojos de Embarba apuntan solo a RdT como los de una madre a su hijo, mientras Melendo levantaba los brazos solo, con un remate más fácil, dentro del área. A veces la acción más habitual es mejor que la más sencilla.

Adrián Embarba.

El malabarista. En Embarba hay algo que cualquier aficionado admira, y es esa voluntad de encarar, regatear, mirar siempre hacia adelante y sorprender con acciones improvisadas. Le da igual pisarla que recortar, que tirar un caño o rematar o ponerle un balón a RdT desde 30 metros para que busque el remate. En un fútbol donde predominan los pases de seguridad y en el que los centrales son los jugadores que más la tienen, los Embarba son una maravilla para los ojos.

El equipo. El partido ofrece infinitas lecturas, como si el Espanyol mereció ese resultado, si no fue capaz de sentenciar con el 0-2 o si el castigo es excesivo cuando el encuentro suspiraba. Lo cierto de todo es que este Espanyol juega como vive esta Segunda, como un trance en el que hay que tragar saliva y pasarlo, sin tiempo para retóricas, apretando el puño pero sin dejar huella. Todo vale mientras el objetivo se consiga.