La España de Luis Enrique, cal y arena

Al final del partido, Luis Enrique y Frank de Boer, viejos compañeros en el Barça en aquellos tiempos de Van Gaal, se despidierona afectuosamente. Para Luis Enrique el empate vale, para De Boer no tanto, pero dado que llegó al descanso perdiendo y que en la segunda mitad Holanda no sólo empató sino que dio una cara digna, también se fue conforme. Ese abrazo cortés entre ambos resume un partido tibio, en el que nadie mejoró ni perdió crédito. El hito de la noche fue que Sergio Ramos alcanzó, con un ratito final, los 176 partidos, que le igualan a Buffon como jugador europeo más internacional. Línea, y sigue para bingo.

Holanda tiene muy poco en estos tiempos. Hace algunos años el Madrid fichó a un líbero de allí, llamado Metgod, y Di Stéfano, su entrenador, lo llevó como un castigo. Viéndole una tarde en Málaga se volvió a su ayudante y le dijo: “Holanda volvió a ser lo que era: buena leche, buen queso, buena mantequilla y malos futbolistas”. El partido de ayer me trajo ese recuerdo. Esto no es lo que fue, ni antes ni después de Metgod (volvió a dar grandes jugadores Holanda más adelante). Algo de Van de Beek, el segundo tiempo de Dumfries y poco más. Depay, por el que suspira Koeman, no dio ningún argumento a su mentor.

Respecto a España, salió más o menos con la segunda línea e hizo un buen primer tiempo. Llamaron la atención los riesgos que a Unai Simón, que no está dotado para ello, le hizo correr Luis Enrique. Y llamó más la atención que saliera bien. No la perdió de milagro un par de veces, pero de sus riesgos nacieron varias jugadas rápidas de España, entre otras la del gol, obra de un excelente Canales. Buen primer tiempo de España, emborronado por la torrija de salida en la segunda mitad, que costó el empate. Luego decayó y no la animó ni la salida de Adama, que esta vez no tronó. En fin, cal y arena. Asi es todavía la España de Luis Enrique.