OPINIÓN

Cuando fuimos los mejores, Poli

Poli Díaz, que a sus 52 años quiere volver al boxeo para disputar una exhibición, reconectó a España con el boxeo. Él solo lo subió y lo hundió.

Cuando fuimos los mejores, Poli
PEPE ANDRES
Jesús Mínguez
Nació en Guadalajara en 1973. Licenciado en Periodismo por la Complutense. En AS desde el año 2000, es redactor jefe de Más Deporte. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos y unos Paralímpicos, Grand Slams de tenis, Davis, Laureus, candidaturas olímpicas, política, dopaje o grandes combates de boxeo. Le gusta escribir de deporte y también practicarlo.
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El boxeo, políticamente incorrecto, empezaba a estar deprimido cuando apareció Poli. El púgil con kryptonita en la derecha que reconectó al pueblo (a los que tenían dinero en el bolsillo y a los que no) con un deporte que reinó en España con Legrá, Carrasco, Perico, Durán, Velázquez, Urtain o Evangelista y que comenzó a ser expulsado de las televisiones y los medios, buenismo mediante.

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Cuando Vallekas se escribía con K, se cotizaban las chupas de cuero y se vivía muy deprisa, un chico de Palomeras entró en el gimnasio del Rayo y descubrió que era mejor atizarle al saco que zurrarse en la calle. Debutó como amateur en la madrileñísima Plaza del 2 de Mayo en Malasaña y acabó metiendo a 15.000 almas en el Palacio en sus Europeos. La farándula se apretujaba con ministros en el 'ringside' y la afición rugía en la grada. A lomos de la promotora de Enrique Sarasola, empresario íntimo de Felipe González, y pulido en la cuadra de Ricardo Sánchez Atocha en El Espinar, Poli se convirtió en una bomba de boxear y también mediática.

Un 27 de julio de 1991, reunió a dos millones de españoles de madrugada ante la pantalla de Tele 5 para ver su asalto al Mundial en Norfolk (Virginia). Llegaba invicto y Pernell Whitaker, uno de los grandes, frenó al Potro que por entonces ya pensaba en otras cosas que no eran el boxeo. Después vino un descenso a los infiernos que no quiere recordar. Con él, el boxeo subió y cayó. Se bastó solo. En esa época en la que fuimos los mejores, como cantaba Loquillo, y los bares no se cerraban.

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