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El silencio de Mestalla lo agradece Lim

La pandemia resta embrujo al partido de Mestalla. Hoy en Valencia sería día grande partido. De paella con la familia, de siesta tras cazalla y caminata hacia el estadio. El Puente de las Flores lo cruzarían infinidad de valencianistas, que hablarían sobre el once de Gracia, de las bajas de Zidane y soñarían con otro gol de velocista de Yunus Musah. Miles de ellos se agolparían desde horas antes en la Plaza de la Afición, que meterían ese gol imaginario a la llegada del autobús.

El mutismo de Mestalla le quita magia a la velada y merma las ya de por sí menguadas opciones que tiene hoy el Valencia, un equipo que jugando a puerta cerrada suma menos puntos que antes. El silencio de la grada solo lo agradece el ego y los tímpanos de Peter Lim, que ni estando a 12.000 kilómetros se habría librado de escuchar lo mucho que quisiera decirle el pueblo de Mestalla por lo que está haciendo en un club que sienten propio miles y miles de aficionados.

El Valencia tiene más pasado que presente a la hora de meterle mano al Madrid. Evidentemente en el fútbol dos y dos no siempre son cuatro y los Gayà, Soler, Maxi o Guedes tienen talento; Wass y Gabriel, compromiso; y Yunus y Kang-in, desparpajo. Pero el Valencia que se manipula desde Singapur queda lejos de ese equipo subversivo que ha sido en España en muchos de sus 101 años. Y eso Gracia lo sabe, como lo sabía Alemany o Marcelino, pero Lim no lo entiende...