El Espanyol ahora también se divierte

Habría dicho Ángel Nieto que el de este lunes fue el partido consecutivo 12+1 del Espanyol sin perder contra el Málaga, toda una racha histórica. Y como motos, casi a modo de homenaje, arrancaron los pericos ante un rival atónito, desbordado en los primeros compases del encuentro. Y lo mismo, en la reanudación. Unos minutos iniciales que ni ‘Salvar al soldado Ryan’. Un plan de partido niquelado, solo le faltó a Vicente Moreno para celebrarlo un puro, si no fuera porque los tiempos no acompañan (y porque su perfil no admite frivolidades), para parecerse a Hannibal Smith.

Porque el equipo A del Espanyol, y el B si fuera menester, sumó su séptimo triunfo en diez jornadas, reafirmó su liderato en solitario y, sobre todo, se divirtió en La Rosaleda. El aire funcionarial del primer tramo del campeonato, cuya efectividad ya era bastante pedir viniendo de donde venía, ha dejado paso en los últimos días a un fútbol ciertamente igual de calculado pero que a ojos del espectador puede asemejarse más al de un patio de colegio. La alineación de Darder y Melendo juntos por segundo partido seguido representó una buena declaración de intenciones. Por carburar, ya carbura de nuevo aquella dupla diabólica del Rayo, la formada por Raúl de Tomás y Embarba. Lo más similar a unos abusones en ese recreo de escuela.

Sus nombres seguramente aparezcan en todos los titulares de esta victoria, la más aplastante no por resultado –ya golearon los pericos al Albacete en la primera jornada– sino por el oponente, un Málaga que venía mostrando buenas maneras, y por sensaciones. Por lo aplastante que puede ser el Espanyol en el juego directo, lo seguro que se muestra en posicional, cuando la posesión es suya, y porque incluso es capaz de corregir a toda velocidad errores groseros en la salida de balón, aspecto este quizá el más reprobable de un equipo que crece y crece hasta los 23 puntos de 30 posibles.

Sin olvidar que esto es Segunda, y que por tanto cabe exigir siempre lo máximo, lo que los blanquiazules demostraron en La Rosaleda es que lo del cambio de mentalidad va en serio. Aunque, por paradójico que parezca, puede ser divertido.