Pedri, un dulce de satisfacción instantánea

De todas las cosas buenas que tuvo el Barça en Turín, que tuvo y muchas, la más impactante, por nueva, es la de Pedri. Ver jugar a este geniecillo canario es una maravilla. Un dulce de satisfacción instantánea. Pedri ya ha jugado en los tres puestos de la mediapunta. De la derecha, donde se diluyó en el Clásico, pasó a la izquierda, donde en la segunda parte le dejó a Cuadrado su DNI, aún de menor de edad (cumple 18 años a final de noviembre). Esta vez, a su habitual repertorio de fútbol fácil, añadió tres o cuatro arabescos preciosos. Una ruleta en la primera parte y varios giros para salir de la banda izquierda. Si tiene que acelerar, corre más. Si tiene que temporizar, frena. Si tiene que darle velocidad al juego toca el balón a la primera. Si decide mantener la posesión, se lo toma con filosofía. Pedri es un fabuloso proyecto del jugador. Valiente Koeman, que lo ha puesto desde el primer día cuando los pronósticos más lógicos apuntaban a una cesión este año.

Pero el Barça fue más que Pedri. Pjanic perdió balones peligrosos en la primera parte, pero le dio una dinámica de juego mucho más fresca al equipo. Dembélé tuvo uno de esos chispazos que llamaron la atención del Barça hace unos años y resultó, esta vez sí, de verdadera utilidad al Barça desde la banda derecha. Su mejor posición. Griezmann no marcó, pero esta vez sí pareció hablar el mismo idioma que Messi y estuvo conectado con la realidad del partido. Si quería jugar más centrado, seguramente era por algo. Le queda pendiente el gol. Y Messi. Messi, otros días mucho más en su mundo, dio la sensación de establecer vínculos con todos. Su sonrisa cómplice con Dembélé en el 0-1. Su combinación con el taconazo de Griezmann. Su balón a Ansu Fati en la jugada del penalti que él mismo remachó. Su lenguaje gestual fue mucho mejor y su fútbol, por más que algunas acciones le faltó medio segundo, el de siempre. Al Barça sólo le pasaron cosas buenas en Turín. Pero Pedri..., Pedri pinta a jugador grande.