Un Valencia bipolar en el que sorprende el rol de Kang-in Lee
El Valencia languidece en los despachos y da pena sobre el césped. Su primera mitad en Elche fue sencillamente lamentable. Fue un equipo sin alma, triste, perdido, una sombra de lo que fue y un reflejo de lo que están haciendo con el club Peter Lim y sus secuaces. El Valencia carece de identidad, de rumbo. Tampoco Javi Gracia anda acertado con sus puestas en escena, un entrenador al que el valencianismo se entregó con ilusión pero que tras quedarse contra su voluntad (tres millones de indemnización tuvieron la culpa) está de cuerpo presente pero el vestuario le necesita en alma.
Su planteamiento de la semana naufragó estrepitosamente, quedándose a merced del buen hacer ilicitano, un equipo con orden militar, que rompió al Valencia con sus carrileros y que tuvo pegada de Primera. A mí que me perdone, pero si Gayà es internacional es por ser lateral y no interior; si por Guedes se pagaron 40 millones fue por ser desequilibrante desde banda izquierda y no por ser segundo punta; posición en la que Kang-in Lee ganó el Balón de Oro en el Mundial Sub’20. En un Valencia faltó de talento, cuesta comprender que el coreano tenga un rol residual. El Valencia cosechó su tercera derrota consecutiva, solo ha sumado 7 de 21 puntos posibles y ahora el calendario le presenta al Getafe y al Real Madrid. Y Kondogbia, de rabieta.