Aturdido, insípido, vacío

Cualquier equipo con mayoría de brasileños supone una seria amenaza para su rival, no importa si proceden del Santos, Flamengo o de las pachangas en Ipanema. Es una vieja ley que el Real Madrid desestimó frente al Shakhtar Donetsk. Si el equipo necesitaba remediar la triste impresión que causó contra el Cádiz, había algo en la alineación del Real Madrid que invitaba a la desconfianza. Lo que siguió fue lamentable.

El Shakhtar es alguien en el fútbol europeo (título de la Europa League, perenne campeón de Ucrania, buena producción en la Champions), aunque no lo parezca. Nominalmente es ucraniano, pero no juega en su ciudad por el conflicto en la región del Donbass. Durante los últimos años, el Shaktar ha peregrinado por su país. Disputa sus partidos en Lviv o Kharkov, siempre con un grueso de futbolistas brasileños, desconocidos cuando llegan, figuras en muchos casos cuando salen: Fernandinho, Fernando, Douglas Costa, etc.

Tiene el aire de los equipos apátridas, curtido en la dificultad, con futbolistas deseosos de saltar a las grandes Ligas y propietario con ojo para detectar jóvenes y anónimos talentos brasileños, que finalmente le dejan un río de dinero. No ganará la Copa de Europa, pero puede meter en problemas a cualquier favorito. Basta con permitir que los chicos brasileños expresen su talento. El Madrid les dejó expresarse tanto que mereció recibir más goles de los que encajó. No menos de ocho veces, el Shakhtar alcanzó el área en condiciones de marcar. Tres veces lo lograron.

Algo raro señala un equipo que tiene como lateral derecho a un zurdo casi radical. Hace una semana, frente a Croacia, Mendy había jugado en ese costado. Zidane consideró que el experimento era suficiente para repetirlo en el Madrid. No encuentra un relevo adecuado para tapar las ausencias de Carvajal y Odriozola. Mendy fue elegido por delante de Nacho y Lucas Vázquez, todo un mensaje. Marcelo, que flojeó mucho contra el Cádiz, permaneció en la izquierda.

Mendy no figuró entre los principales responsables del batacazo. O sí, porque ningún jugador se salvó del desastre, con diferentes graduaciones por supuesto. Si el combo Mendy-Marcelo en los laterales generaba dudas, otros dos titulares inquietaban más aún. Rodrygo y Jovic figuraron en la alineación. Jugar fue otra cosa. Funcionaron tan mal y salieron tan señalados del partido que arruinaron su crédito por una larga temporada, quién sabe si para siempre.

Una gran reputación precedió el fichaje de Rodrygo. Ahora mismo es un futbolista inocuo, sin latido. Que lo parezca con 19 años es peor aún. Jovic costó 60 millones, una fortuna para la clase de rendimiento que ofrece. Se estrellaron frente al Shakhtar. Les dejará huella. Tampoco Militao respondió al papel que le corresponde como sucesor de Sergio Ramos, sucesión vacía de herederos. No ha repetido, ni de lejos, su gran actuación en Bilbao tras el confinamiento.

El partido sólo favoreció a los que no jugaron. Sergio Ramos es más insustituible que nunca. Varane le necesita desesperadamente. Benzema no puede perder un minuto en el banco. El problema reside en la fractura generacional: el Madrid se aboca a tiempos difíciles si los mejores son los más veteranos, si los más veteranos se acercan por ley de vida al ocaso de sus carreras y si no encuentran una verdadera competencia entre los jóvenes.

Con el Clásico a la vista, el encuentro medía a los jóvenes. Sólo Modric y Marcelo superaban los 30 años. Los aspirantes no se dieron por enterados. Lejos de aportar energía y optimismo, cualidades que se suponen en la juventud, se distinguieron por su timidez, inseguridad y falta de compromiso. No toman nota de Vinicius, el único que destaca por su entusiasmo. Todo lo demás (el pésimo juego, el desorden constante, la ausencia de recursos defensivos y de ideas en el ataque) no permite olvidar que el Real Madrid disponía de una sencilla solución para arreglar sus problemas: Trubin, el portero de 19 años, era una calamidad. El Madrid prefirió no comprobarlo.