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Un Zaragoza sin propuesta ni respuesta

Nueva derrota del Real Zaragoza. Esta vez producto de un misil desde fuera del área que se coló por la escuadra derecha de Cristian Álvarez. El portero argentino, renacido en Butarque, había salvado antes al equipo aragonés con dos grandes intervenciones, pero el gol del Leganés fue ciertamente imparable. Era un partido para un detalle y José Arnáiz, el mejor de los locales, se erigió en protagonista de la tarde antes de marcharse lesionado.

Baraja revolucionó a su equipo, o pretendió hacerlo, con hasta cinco cambios (Jair, Chavarría, Bermejo, Vuckic y Zapater, relevo de última hora de Adrián, lesionado en el calentamiento) y el Zaragoza mejoró un poquito más su propuesta creativa, pero no le alcanzó para marcar ningún gol, ni siquiera para disparar entre los tres palos. Y su capacidad de reacción fue nula, tras recibir el gol. Vuckic estuvo otra vez desaparecido, Bermejo se quedó en tres o cuatro arabescos, Chavarría no sorprende jugando de extremo y sólo Narváez, como todos los días, se erigió en cierta amenaza para el contrario. Muy poco para asustar a un Leganés sin ningún brillo que, tras adelantarse en el marcador, jugó muy cómodo.

El debutante Jair, salvo un mal control al filo del descanso que dejó a Michael Santos solo ante Cristian Álvarez, le dio fuerza, firmeza, agresividad y velocidad al centro de la defensa del Zaragoza. Demostró que ante atacantes de cierto nivel (Borja Bastón y Michael Santos) juega mucho menos exigido que Atienza o Guitián, aunque Baraja lo mandó a la ducha a la hora de partido, se supone que por fatiga o por algún problema muscular.

El Zaragoza apenas asusta a sus rivales y continúa teniendo un grave problema en el doble pivote, a falta de encontrar al mejor James, que eso siempre está por ver. Eguaras y Zapater perdieron muchos balones en la emboscada táctica del Leganés y no le dieron nunca velocidad ni intención al juego. Baraja no puede ser el único culpable de este equipo sin respuesta, pero el técnico está empeñado contra viento y marea en un rígido 4-4-2, alejadísimo del fútbol combinativo y del juego interior que siempre distinguió al Zaragoza. El entrenador tiene un gran trabajo por delante para lograr imponer su librillo, pero el fútbol camina a toda velocidad y el periodo de pruebas y de probatinas se está acabando. El debate, hay que insistir en ello, no debe ser estético sino de eficacia, pero la verdad es que el Zaragoza juega muy mal y sólo ha ganado un partido en el campo en cinco jornadas, así que no hay estética ni eficacia.