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Cuando el Barça despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, pero nadie se preocupó porque su especie tiene los días contados. Curiosamente, en la misma habitación también había un elefante al que nadie parecía ver y, por primera vez en dos años, Ronald Koeman decidió que no podía ignorarlo. El Barça despertó en la Champions con una victoria quizá exagerada, pero lo importante de ese partido no fue el resultado, sino todo lo demás. La reconstrucción, podríamos llamarlo. Ansu Fati y Pedri suman entre los dos 34 años, casi los mismo que tiene Messi (33). Si les añadimos Trincão (20), Dest (19) e incluso De Jong y Dembélé (ambos 23), se comprende que el Barça plantó el martes una alineación de la esperanza, con una media de edad de 26 años —algo que no se veía en décadas—.

Tanta juventud puede considerarse temeraria, pero la transición busca también el equilibrio de la experiencia y sobre todo el liderazgo de Messi. Reconstruir al Barça, ahora mismo, significa que él se entienda con los rookies, les dé bola, y la alineación que puso Koeman así lo propició. Con extremos abiertos, más juego por las bandas y más espacios para Messi y Coutinho: un lento retorno al concepto, pues. Pero el partido también fue importante porque, con su decisión, Koeman nos permitió visualizar al elefante en la habitación: Griezmann.

La suplencia de Griezmann. Desde su llegada al Barça, el francés ha buscado su sitio en el equipo con entrega, pero ya no se puede ignorar más que ese sitio es el de Messi y está ocupado. Las posibles alternativas no solo no ayudan —un gol en los últimos 17 partidos es un pobre bagaje—, sino que a ratos entorpecen el juego de equipo. Así las cosas, el sábado veremos si Koeman tenía la voluntad de reservarlo para el Clásico o si estamos ante un cambio de paradigma (que antes Valverde y Setién no afrontaron). ¿Se atreverá Koeman? Por si acaso, yo me voy a tricotar una bufanda en la que se pueda leer ese verso del poeta J.V. Foix: “Me exalta lo nuevo y me enamora lo viejo”.