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Ucrania recibe a España con público

En 13 y martes, ni te cases ni te embarques. Ese era un dicho muy repetido cuando yo era niño, pero de la Selección no decía nada, así que no hay que preocuparse porque juegue hoy. Ni mucho, espero, por el partido en sí. Esto ha arrancado bien con el empate en Alemania, ha seguido bien con la victoria sobre Suiza y no tiene por qué complicarse hoy en Kiev, un lugar donde nuestro capitán, Sergio Ramos, ha levantado dos títulos europeos, el de clubes con el Madrid y el de selecciones con La Roja. Sirva ese buen bajío del estadio para con Sergio Ramos para compensar los recelos de los supersticiosos, que en este país haberlos haylos.

Otro dato bueno es el agujero del rival en la portería, donde juega el cuarto por bajas de los que le preceden, entre los que está el madridista Lunin, por culpa del coronavirus. A pesar de eso, aseguran los compañeros destacados allí que les ha sorprendido la falta de miedo a la pandemia. No se ven mascarillas por la calle y hoy entrarán 15.000 espectadores en el estadio. Quizá a ese país, medio en guerra con Rusia, no le queda margen para preocuparse por otra cosa. O bien porque es un país muy poco visitado, por esa inestabilidad que no lo hace apetecible para ir por allí a montar negocios o de vacaciones y así se sienten a salvo de la pandemia.

Lo de los porteros alivia nuestro déficit: la falta de remate. Bien mirado, encuentro a Luis Enrique como a Zidane: con un equipo hecho en los siete puestos de atrás, con ligeras variaciones según el día, y una ruleta en los de arriba. Más que el propio Zidane, que al menos tiene fijo a Benzema. Luis Enrique no da con referentes y hasta medita, me dicen, la posibilidad de probar con un nueve retrasado (Ferran jugó así un rato ante Suiza y casi marca de cabeza) pero es difícil. El entrenador lo puede poner todo (la táctica, la cooperación, la convicción) menos el gol, que se tiene o no se tiene. Por eso extraña que Iago Aspas se quedara en Vigo.