España confirma su impulso

Lisboa como termómetro no falla. La imagen de la Selección salió reforzada y remitió al equipo intenso, vertical, apasionado y riguroso en la posesión que viene empujando meses atrás. Es cierto que le faltó continuidad, por supuesto malicia en el remate (18 disparos), y que acusó los cambios en el segundo tiempo hasta verse comprometida por el mazo de Cristiano y las transiciones locales, pero se reconoció en el espejo con un fútbol vibrante que encogió a Portugal en la primera media hora de encuentro. Tuvo iniciativa en la salida, filo en los desmarques y criterio en las entregas. Con Rodrigo y Dani Olmo a pierna cambiada, Luis Enrique alimentó conexiones limpias con una ocupación de espacios entre lateral, interior y extremo muy lógica. Los desmarques de arrastre de Ceballos y Canales abrieron el paso para las diagonales de Rodrigo y Olmo, compensados todos estos movimientos por Gerard Moreno, excelente como en su inicio de temporada con el Villarreal.

El diseño táctico benefició a Busquets, en clara línea ascendente también. Los triángulos que se formaban en fase de posesión, con alturas bien diferenciadas, dieron sentido y profundidad a la génesis del juego. España jugó mucho y muy bien durante mucho tiempo, equilibrados los ataques por todas las zonas del campo. La entrada final de Adama también invita al optimismo por disponer de un recurso que ofrece una realidad muy distinta a la propuesta tradicional de España. Ante la ausencia de gol, que tampoco tuvo esta vez Portugal, asistido Kepa por los largueros, las sensaciones pueden quedar rebajadas. Sería un diagnóstico desencaminado. La reforma reparatoria de Luis Enrique está por encima de los nombres y sigue la senda correcta.

Arquitecto rezagado

El comportamiento de Eric García procuró a la Selección alternativas distintas en la salida. Distribuyó de lado a lado, se apoyó con los medios y batió líneas en conducción. Esta entrega a Gerard Moreno es ilustrativa.