Volvió el muerto
Hacen bien los muertos en volver. Si yo fuese Suárez también me pondría a marcar goles en el Atlético desde el primer momento, aún de cuerpo presente. Supongo que en sus últimos partidos con el Barça se le presentó la Muerte, y le dijo algo así como "Vámonos, Luis", o "Es la hora, amigo" o algo más cortante, tipo "¿Nos vamos o qué, macho?". Y él respondió que aún era pronto, que debía hacer recados, que ya la llamaría. Y entretanto, se fue a Madrid a hacer lo de siempre: marcar goles.
Entre las distintas formas de morir, la de Suárez recuerda mucho a la del periodista ucraniano Arkady Babchenko, que fue asesinado hace un par de años, y a los pocos días se descubrió que no estaba muerto, sino simplemente fingiendo su muerte para acusar de ella a los rusos. No me importaría morir así mañana, y tirar cincuenta años hasta el siguiente fallecimiento. Morir es a veces dificilísimo, mucho más que cerrar un grifo o deshacer una pastilla efervescente. En especial si eres un especialista en meter el balón en la portería pese a postura de la defensa, muy en contra siempre.
Decir que un futbolista está acabado es arriesgado. Debería ser probado con una operación matemática, aunque fuese. En una ocasión leí la historia de un rico fabricante del siglo XIX llamado Oppelt, al que después de morir su viuda dio descanso en un hermoso panteón. Cuando pasaron quince años, y también ella murió, fue conducida junto al marido. Al adentrarse en la cripta, descubrieron el ataúd de Oppelt abierto y vacío, y el esqueleto en un rincón, sentado. No lo habían enterrado lo suficientemente muerto, en conclusión. ¿Se precipitó también el Barça? ¿No hizo las comprobaciones necesarias? El novelista Wilkie Collins dejaba cada noche, en su mesita, una carta con instrucciones de las pruebas que habría que practicarle si una mañana lo descubrían aparentemente muerto. En su época era normal pedir que te cortasen la cabeza o te extirpasen el corazón antes de ser enterrado. Yo creo que, aún así, Suarez conseguiría marcar.