Tan vacío como Mestalla

El silencio de Mestalla es un fiel reflejo del vacío en el que habita el Valencia. La pandemia ha dejado al club sin su histórico bien más preciado, su afición. El fútbol es de los aficionados y, entre otras muchas cosas, Peter Lim aún no ha entendido que el Valencia es lo que es por ellos. Su masa social le ha diferenciado a lo largo de la historia de muchos y le ha acercado a tantos otros. Ahora solo Anil Murthy y compañía se sienten felices con las gradas vacías. Uno tiene la sensación de que ese silencio forzado es lo único que no ha acelerado el despido o el propio adiós del presidente. Eso y el pasotismo que transmite Peter Lim con sus decisiones y maneras de interactuar con su empresa más internacional.

El Valencia está a la greña con políticos, accionistas, peñistas, periodistas, futbolistas de ayer y también de hoy, entrenadores, directivos, árbitros, federación, representantes... y si lo está es porque el dueño, por acción u omisión, así lo quiere. El Valencia, por lo que uno ha visto en otros estadios y por conversaciones con gente de fútbol de aquí y de allá, nunca fue un equipo que cayera precisamente simpático, quizás por sus aires de rebelarse cada cierto tiempo al poder establecido, pero se le respetaba allá dónde iba. Recuerdo una lona gigante en el Fondo Sur del Santiago Bernábeu, una naranja exprimida y ensangrentada, que reflejaba a la perfección lo dicho: antipatía y respeto, porque solo al que se le ve como rival se le recibe así.

Pero es difícil que al Valencia de hoy se le respete fuera cuando no se respeta a sí mismo; cuando se destruye un proyecto ganador por ego personal o cuando se ningunea a diario a cuántos profesionales trabajan en el club. La manera de llevar la planificación deportiva este verano es una falta de respeto al cuerpo técnico y a los futbolistas de nivel que han apostado por quedarse en el Valencia, porque varios podían haber dicho adiós muy buenas y seguramente Lim contento por hacer más caja. Pero esas formas a la hora de planificar, por más que pueda llegar algún fichaje, es también un atentado al que hoy es su único modelo de gestión.

El Valencia es un club que para mantener a flote su estructura de gastos fijos necesita estar en la Champions. Su viabilidad económica pasa por lograr cada año sus hitos deportivos, al menos competir por ellos, y así conseguir ingresos en base a esa filosofía deportiva. La venta de futbolistas no puede ser un fin contable en sí mismo sino un mecanismo para a su vez reforzarse. Y ya ni tan siquiera hablo de lo que se trampeó con lo que iba a ser el Valencia con Lim y lo que está realmente siendo. Hablo de hacia dónde va el Valencia por el camino que ha tomado, a ser un club que se irá haciendo cada vez más pequeño. Al Valencia lo quieren reinventar desde Singapur y con gente que no está capacitada para hacerlo.