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Messi se queda, bueno para el Madrid

Justo hoy se han cumplido 21 días del mayor sonrojo de la historia del Barça… y de Leo Messi. El impactante 2-8 de Lisboa retrató no sólo el fin deportivo de un proyecto fracasado, sino el declive indiscutible e inapelable de la estrella argentina. Esa imagen del descanso del batacazo ante el Bayern, con Messi sentado en el vestuario, abatido y sin capacidad para motivar a su derrotada tropa pese a llevar el brazalete de capitán, delata la decadencia del jugador que en Barcelona llamaban D10S y que ahora ven como un traidor a la causa culé.

El vídeo en el que el delantero mostraba, entre comillas, su quite del perdón para justificar que finalmente se queda un año más en el Camp Nou, no cuela. Su silencio durante tres semanas pese a la terrible cornada de la Champions, demuestra su desapego hacia el sentimiento azulgrana. Ni las imágenes de niños culés llorando su aparente marcha, con la camiseta de Messi a la espalda, le sensibilizaron para enviarles siquiera una palabra de ánimo. Leo sólo quería irse. Era su único plan. No quería volver a vestir la camiseta que le ha alimentado bastante bien durante los últimos veinte años. Eso, en mi pueblo, se llama desagradecimiento.

El culé de verdad sabe que Messi no se queda por cariño al escudo, sino porque no le ha quedado otra. Por eso, como madridista, sólo puedo celebrar la permanencia de Messi en el Barça. Koeman se queda con una patata caliente en el vestuario y se aplaza un año más la necesaria regeneración de una plantilla que sufre la necrosis generada por el poder omnímodo que Leo ha tenido durante los últimos años, con los nefastos resultados deportivos en Europa conocidos por todos. El Messi que se queda es el del 4-0 en París, 3-0 en Turín, 3-0 en Roma, 4-0 en Liverpool y 2-8 en Lisboa. El Messi triunfal con Guardiola, Xavi, Iniesta, Alves y Puyol ya no siquiera se atisba en el retrovisor. Por eso, la permanencia de Messi prolonga y realimenta el problema. El Madrid asiste feliz y discreto al Titanic institucional que sufre su máximo enemigo deportivo. Messi ya no es el que era ni volverá a serlo nunca más. La edad nos pasa a todos factura. Messi se queda, bueno para el Madrid.