La prestancia de Thiago, el desparpajo de Ansu
España dejó sensaciones encontradas en el regreso del equipo y de Luis Enrique. Alternó buenos momentos con ratos de juego desperdigado. Todo influyó: un buen rival, el momento de este singular año y la mezcla de jugadores. Con la excepción de Thiago, fenomenal durante casi todo el encuentro, el medio campo no encontró el compás. Pero las buenas noticias existieron: Ansu Fati apareció como un cohete en el segundo tiempo, con el desparpajo y la confianza que le caracterizan, Pau Torres se acreditó como un central de garantías y De Gea ofreció uno de sus mejores partidos con la selección.
La selección se ajustó poco a poco al partido y a las condiciones tácticas que le impuso Alemania, privada en esta ocasión de algunos jugadores del Bayern, pero su fútbol atraviesa un periodo feliz. Luis Enrique mezcló a veteranos de los años de esplendor —Sergio Ramos, Navas y Busquets—, con jugadores expertos y dos de los jóvenes que más han destacado en los últimos meses. Pau Torres y Ferran fueron titulares en la clase de partido que permite medir la calidad y el temperamento de los futbolistas.
Pau Torres pasó el examen con buena nota, en una posición donde el fútbol español no se ha distinguido especialmente en los últimos años. A su lado, Sergio Ramos atravesó muy malos ratos frente a Werner, un enfermo del desmarque y un velocista de primera. Todo apunta a la consolidación de Pau Torres. Aunque en el ámbito internacional no está suficientemente medido, funcionó más que bien. Ferran comenzó en la izquierda, contra su perfil natural. En la derecha, Navas regresó a su vieja posición de extremo. El experimento dejó dudas. Hasta su reubicación en la derecha, Ferran se sintió incómodo. Apenas pudo imponer su verticalidad. Y Navas necesita metros.
De Gea, en el microscopio crítico, respondió con soltura en los peores momentos de la selección, en el arranque del encuentro. Después mantuvo el nival. De Gea fue una buena noticias. Con tres centrales y dos carrileros —Kehrer y Gosens—, Alemania le generó muchos problemas a España en el primer cuarto de hora. Rodrigo quedó aislado y por los costados la selección ofrecía poco rendimiento. La zurdera le perdió a Rodrigo en dos ocasiones que sonaban a gol. La primera fue tan clara que sorprendió su falta de confianza con la derecha. En la segunda eligió el pase antes que el disparo.
España se acostumbró durante años a la enorme influencia de sus centrocampistas. Con la pelota, eran dominantes. Hicieron de su clase y versatilidad una de las marcas más reconocibles del fútbol mundial. Entre todas sus cualidades destacaba la continuidad. Cosían el juego del primer al último minuto. Eran grandes jugadores que se permitían grandes detalles. Frente a Alemania, los mediocampistas españoles ofrecieron más detalles que continuidad. Thiago fue el mejor con diferencia. No cometió distracciones y se vació en el esfuerzo. Mejoró la mayoría de las jugadas, lo mismo que el pequeño Gundogan en el equipo alemán. Un excelente jugador poco publicitado.
Thiago fue el único de los mediocampistas titulares que terminó el encuentro. Busquets y Fabián, no. El jugador del Barça sufrió más de la cuenta en el primer tercio del partido. Fabián tuvo poco peso en el partido. No fue el jugador poderoso de costumbre. Alguna jugada brillante no ocultó su discreto actuación. España terminó por igualar las fuerzas en el primer tiempo, cuando logro ajustar las piezas y llevar el juego al campo alemán.
El gol de Werner, muy típico de su estilo, señaló un brusco cambio del partido. Alemania se agarró al contragolpe y la velocidad de Werner. España encontró el timón de Thiago y el desparpajo de Ansu Fati, ubicado en la izquierda. Ganó la mayoría de los duelos, incluido alguno aéreo, y acreditó su aceleración, descaro y verticalidad. Salió bendecido del encuentro, que terminó con otros dos debutantes —Merino y Óscar— y una sensación creciente de la selección. Empató en el último segundo con un pelotazo, la peinada de Mikel Merino, el centro desde la raya de Ferran y el remate final de Gayá. Un gol contra la ortodoxia, pero más que merecido en un partido que invitaba al empate.