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La puerta pequeña, gracias

Algunos lo quieren todo. Y cuando lo tienen, se ponen tristes porque pensaron que todo sería algo más. Por eso quieren que Messi, además, se vaya del Barça de maravilla. Pero, ¿hay algún modo de ser Messi y abandonar bien el club catalán para fichar por un rival? ¿Se pueden mantener las formas hasta ese punto? Y ¿qué son las formas? ¿Quién las define? ¿Quién las sigue a lo largo de toda una vida? ¿Acaso olvidamos que cuando nos ponemos a comer cigalas o costillas con tenedor y cuchillo, para no ensuciarnos, muchos nos miran mal? Después de quince años en los que marcó cientos de goles, hizo miles de jugadas que no acabaron en gol, pero como si acabasen, llenó de títulos el palmarés del club, después incluso de encandilar a millones de aficionados que aborrecen al Barça, qué importan las formas.

Messi se ganó el derecho a irse, a quedarse, a volver. Todos, también los que sufrimos su juego, le debemos algo. Es lógico ser del Barça y ponerse triste porque se va, mientras te felicitas porque pudiste verlo en cientos de partidos. Pero eso es todo. Nada de escenas: ni gritos, ni denuncias, ni reproches. Es más, si coincidimos en que nadie ha sido tan bueno como Messi, debería poder abandonar el Barça sin que haya que pagar nada por él, con el consiguiente perjuicio para el club. Sería una manera de dejar claro que estamos ante un futbolista inigualable, sin precio. Eso sí que serían modales.

No hay una forma perfecta de despedirse, en general. Por eso a menudo nos vamos de los sitios, aunque lo estemos pasando bien, sin decir siquiera adiós, por la puerta de atrás. Irse por la puerta grande es una ficción. La pequeña está de maravilla. Nunca se atasca. ¿O es que queremos que dentro de treinta años, los que estemos vivos —yo cuento conmigo— digamos “No hubo nadie como Messi. Qué manera de jugar. Y lo más importante, qué manera de dejar el Barça. Chapeau”? No se puede tener todo. Hay que elegir. Messi eligió quince años en el mismo equipo, más de seiscientos goles, 34 títulos, y un adiós atropellado. Ni tan mal.