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Balada triste de despedida

Tenía que ser a los 33 años, la fatídica edad a la que murió el Mesías, cuando se marchara también Messi. Puro simbolismo. Hay una diferencia. La daga en el costado nos la han clavado a los aficionados culés y somos cada uno de nosotros los que nos quedamos sangrando en esa cruz. Puede sonar exagerado, solo es fútbol, pero los que somos del Barça sabemos que jamás veremos a otro futbolista como él. Por eso, esto que leen no es una columna, sino una balada triste de despedida y no cabe la suficiente tristeza en ella para expresar lo que sentimos hoy al ver a Leo marcharse de esta manera. Nos deja huérfanos. Se va Messi, se va nuestro jugador favorito, se marcha el futbolista más importante de la historia del fútbol. Se va el jugador que más felices nos ha hecho jamás, se va nuestro símbolo. Todo aficionado al fútbol es un niño que vibra y sueña viendo a su equipo.

¿Cómo quieren que los culés hoy no demos una pataleta? Nos han despojado para siempre de nuestro juguete favorito, nos han extirpado a Messi, la única enfermedad de la que no nos queríamos curar. ¿Cómo es posible que aquella bellísima historia que comenzó en una servilleta haya acabado con un burofax? Imposible un comienzo más inevitable y romántico e imposible también un final más frío y letal.Es la historia de amor más triste de todos los tiempos, que esos dos jóvenes que se juraron todo y se amaron durante 20 años, acaben su mágico cuento frente a un abogado. Es el final de 'Plataforma' de Houllebecq.

¿Cómo íbamos a pensar que ese asesino con cara de niño, que masacraba a todos los equipos rivales, acabara asestando, por hartazgo, la puñalada final en el corazón de los culés? ¿Cómo ha sido posible? No quiero hablar de razones ni de culpas. Que hagan otros los análisis. Solo quiero llorar su marcha. ¿Cómo es posible que no haya manera de sentarse y arreglarlo? ¿Cómo es posible que no haya vuelta atrás? ¿Dónde ponemos ahora los culés, en qué bota, en qué jugador, las esperanzas que solo Messi fue capaz de darnos?