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Señores, confieso que he perdido

Ya se sabe: tú no tienes intereses que te liguen a tu equipo. Solo eres un aficionado y has perdido por goleada un partido trascendental. Los futbolistas que son ídolos tuyos se han ido abandonando a sí mismos como lánguidas cartas de naipe.

Una vez que eso ha ocurrido tienes dos alternativas: salir a la calle con el escudo o quedarte en casa, sufriendo como si tuvieras la culpa. Hay una tercera alternativa, que es la de confesar que has perdido y atender de la mejor manera las distintas burlas de amigos o adversarios a los que les ha gustado, es obvio por algunas de sus salidas, que mordieran el polvo los tuyos.

Ese legendario título de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, es el buen argumento para afrontar la afrenta. La han padecido sobre todo unos que llevan tu escudo, pero ninguno de ellos te conoce, te estima o te ayudará jamás a sobrellevar una decepción que en un momento de aquella noche parecía un dolor tan duradero como los del infierno. Perdiste más que ellos, pues ni te pagan por perder.

Ahora tenemos este caso reciente, que me afecta porque desde niño creí que era tan legítima la firma Juan Azulgrana como la que lleva mi nombre propio y los apellidos que me dieron mis padres. La numerosa retahíla de mensajes, algunos ruidosos o cachondos, otros conmiserativos y educados, se ha unido a la vergüenza propia, de la que parecía imposible salir en esos primeros instantes de palidez y zozobra.

Obviamente, no es el primer equipo, propio o ajeno a nuestros afectos, que ha perdido con estrépito. Sucesos así, con goleadas de bulto o en episodios de mala fortuna, se seguirán produciendo en cuanto se reinaugure la etapa de las competiciones de las que hemos sido descabalgados.

Ahora miramos la alegría del Sevilla, y, cómo no, la de los extranjeros que siguen en el candelero. La envidia es sana o insana, y la burla hiere, qué le vas a hacer. Mi equipo dice que reemprende el vuelo. Puedes creértelo o no, pero si no crees en la ilusión de regresar ganando después de las peores palizas, ¿para qué demonios eres aficionado al fútbol? Confiesa que has perdido, y mañana será otro día.