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La extraña cábala de Zidane

Zidane no renovó en el Etihad de Mánchester su idilio con la Copa de Europa, donde se ha movido con una seguridad que presagiaba un gran partido del Real Madrid frente al City. No fue así. Jugó mal, sin energía ni convicción, sin la rebeldía que le caracteriza, desorientado por los errores de Varane y superado por el Manchester City, que le borró del mapa en el segundo tiempo, cuando toda apuntaba a una vigorosa reacción. Se hundió sin dejar rastro, apenas sostenido por Courtois.

La deriva del partido fue tan preocupante para el Real Madrid que los cambios parecieron más relacionados con la cábala que con las necesidades del equipo. El ingreso de Lucas Vázquez, Valverde y Jovic en el minuto 83 solo podía interpretarse como un pálpito del entrenador, la clase de decisión que va más allá de la heterodoxia. Quizá Zidane confió en la buenísima estrella que le había guiado en sus tres fenomenales éxitos en la Liga de Campeones, alcanzados más de una vez con decisiones arriesgadas, políticamente incorrectas.

Hace seis meses, en el lejano de partido de ida, Zidane sorprendió con la ausencia de Toni Kroos en el diseño 4-3-3. Su puesto lo ocupó Isco, que había pasado una larga temporada en la nevera, desde la recta final de la temporada anterior hasta pocas fechas antes del encuentro con el City. Isco siempre ha sido una carta muy particular de Zidane, generalmente con excelentes consecuencias. En 2017 emergió a última hora desde el banquillo y adquirió tanta relevancia que sacó a Bale del equipo titular.

Kroos no jugó un minuto aquella noche. Tampoco Isco en Mánchester, a pesar de la tremenda superioridad de los centrocampistas del City, con el imperial De Bruyne a la cabeza. Su despliegue en el segundo tiempo fue apoteósico. Vinicius corrió el mismo destino que Isco. Si a uno se le necesitaba en el hipotético 4-4-2 que requería igualar o superar las fuerzas del equipo de Guardiola en el medio campo, al delantero brasileño le reclamaba su velocidad, desparpajo y agitación en el mortecino juego del Real Madrid en el segundo tiempo.

Zidane saluda a Hazard.
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Zidane saluda a Hazard.PETER POWELLPool via REUTERS

Vinicius sustituyó a Hazard en el minuto 16 del partido de ida. Aquella noche se lesionó el jugador belga y no ha regresado, al menos en las condiciones físicas adecuadas. Pasó tan de puntillas por el Etihad que obliga a temer por el estado de su tobillo, renqueante desde su fichaje. Vinicius parecía la mejor alternativa a la epidérmica formalidad del Madrid, hipnotizado por el exquisito ejercicio de precisión de su rival con la pelota y por su vitalidad para presionar, quitar y atacar.

La defensa del Real Madrid no se quitó el susto de encima en ningún momento, y Varane menos que nadie. El magnífico central francés, un jugador extremadamente fiable, se abocó con sus errores a una pesadilla que no olvidará. Varane coronó la mediocridad general, con las excepciones de Courtois, acertadísimo en varias intervenciones pero vulgar con el pie, y de Benzema. Cada aparición del francés produjo terror en la defensa del City.

En el último partido de la temporada, frente a un gran equipo, Zidane eligió a Lucas Vázquez, Valverde y Jovic para cambiar el signo de la noche. Lejos de mejorar, o de alborotarse y confundir al Manchester City, el Madrid empeoró hasta apagarse por completo. En términos de jerarquía, significó la elección de buena parte de lo más profundo del banquillo en lugar de gente que le ha rendido enormes beneficios a Zidane en momentos críticos. Resultó todo tan extraño que sonó más a pálpito cabalístico del técnico que a otra cosa.