Rafa, no me j…

Dos errores groseros.- Todos temíamos los daños colaterales que generaría la dolorosa y trascendente baja de Sergio Ramos. El gran capitán estaba en las gradas del Etihad, impecablemente vestido y alentando a sus compañeros con la garra y la furia que le hacen ser el líder. El miedo era que a Militao le viniese grande la misión de hacer olvidar al Tarzán sevillano. Pero lo que no estaba en ninguno de nuestros vaticinios era imaginar que Varane, que ya es medio veterano a pesar de tener sólo 27 años, regalase dos goles con fallos tan infantiles como impropios de un campeón de Europa (cuatro veces con el Madrid) y del Mundo (con Francia en 2018). Militao, al contrario, estuvo sobrio y correcto a pesar de la amenaza constante de Sterling y Gabriel Jesus, dos balas arriba. Cuando Varane vea repetidos sus dos errores se va a quedar helado. Impropios de un jugador de su calidad. ¡No me j... Rafa! Vaya nochecita.

Preámbulo inspirador.- Lo cierto es que ayer me levanté inquieto, con mucho sueño acumulado. Me dieron las cuatro de la madrugada con las culpas repartidas. El calor implacable que el asfalto de la ciudad incrementa pese a ser noche cerrada y los nervios previos al día más especial del año para un madridista de bien y de orden: el que decide nuestro futuro en la Champions. Me fui a andar muy temprano. Quería quemar grasa y adrenalina. "Tranquilo, Tomás. Tenemos 13. Tampoco se acaba el mundo". Me lo decía mi alma gemela para tranquilizarme, pero no cuela. Un madridista quiere siempre llegar a la final en la Copa de Europa. Y ganarla. Nos obliga nuestra genética y nuestra sagrada historia. Para alimentar mi espíritu de remontada telefoneé a José Emilio Santamaría (cuatro Copas de Europa entre 1958 y 1966) y a Antonio Ruiz (otras cuatro entre 1957 y 1960). El uruguayo, el primero, me recordó que "portería a cero, victoria segura. Así hemos ganado la Liga". Y el murciano, el segundo, me dio otra clave muy merengona: "Si jugamos demostrando el peso del escudo del Madrid, nos comemos al City...". Pues al final no hubo portería a cero y el Madrid, con esa indumentaria marketiniana que impedía reconocer su imagen blanca impoluta de las grandes noches europeas, se quedó fuera de sin ni siquiera llevar el duelo contra el City hasta las trincheras de la épica.

Atrevimiento.- La eliminatoria estaba perdida en un 80% desde el partido del Bernabéu, a lo que se añadía la baja de Ramos (seis derrotas en los últimos siete partidos de Champions sin el camero). Sin embargo, uno imaginaba un duelo chispeante de los pupilos de Zidane. A Ederson volando de palo a palo y a Guardiola sudando hasta el último minuto pidiendo la hora. Todo lo contrario. Pese al golazo de Benzema, tras una magnífica jugada y asistencia de Rodrygo, no tuve nunca la sensación de que el Madrid pudiera darle la vuelta a la elliminatoria. Justo al revés. Courtois, enorme en tres o cuatro paradas, evitó el sonrojo. Buena parte de responsabilidad la tiene Hazard. La estrella de este equipo, por caché y por costo de fichaje, ha culminado un curso frustrante. En términos taurinos, no ha cortado una oreja en todo el curso... Y mi Vinicius ni un minuto. Ese es un misterio digno del próximo capítulo de Cuarto Milenio del entrañable Iker Jiménez...

Curso notable.- Pero la amargura de la derrota no debe empañar la sensación de que este Madrid ha culminado una temporada más que aceptable. Dos títulos (Liga 34 y Supercopa de España) y una eliminación prematura ante uno de los favoritos para conquistar el título en Lisboa. Veamos la cuestión con perspectiva, como diría el experto en gastronomía de Ratatouille. Como bien dijo Zidane tras el mazazo, “volveremos”.