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'Pie de Oro' para el Niño de Móstoles

Allí estábamos ateridos de frío (solo 2 grados pese a ser un 11 de julio) en las gradas del Soccer City de Johannesburgo. Seguramente, el partido más importante de nuestras futboleras vidas. Yo ya había visto a nuestro Iker levantar dos Champions con el Madrid como quien no quiere la cosa (2000 y 2002), pero una final de un Mundial con España eran palabras mayores. Seguramente no habría otra ocasión. Era un 'ahora o nunca'. Casillas, el Niño de Móstoles bendecido por los astros hasta que Mourinho se empeñó en reescribir la historia de nuestro héroe con guantes con los renglones torcidos, ni se inmutó. Quedaba media hora para acabar la final con los holandeses. Robben se queda solo y enfila directo hacia nuestra portería. Respiración contenida. Ejecución inminente. Era como un penalti. Es zurdo. Se la va a poner junto al palo derecho de Iker. Gol inevitable. Qué fastidio. Ilusiones al pozo del olvido. Y, de repente, apareció el Santo. Su pie derecho. Un toque sutil...

Alargó su pierna por instinto. Y desvió lo justo el esférico. Robben se maldijo. Iker, al que conocía de sobra por haber compartido vestuario años antes en el Bernabéu, le había desterrado del reino de los elegidos. Lo que pasó después se lo saben de memoria. La jugada eléctrica de la prórroga, el golazo de Iniesta y la gloria eterna para 'esa España mía, esa España nuestra', que cantaría Cecilia. Pero no lo olviden. Todo fue por el Pie de Oro. Gracias por tanto, Iker.