Orgullo pepinero en la desgracia

El infierno no es perder la categoría. Es hacerlo rozando la esperanza de una salvación amarrada sólo a la fe de los valientes que creen por creer cuando nadie a tu alrededor confía. Pero tú lo haces. Crees, crees y crees hasta que te sangra el verbo, hasta que tu alrededor te mira con cara de loco, sin saber si son ellos los pirados por no seguirte en la religión de los imposibles. Eso es Aguirre. Un loco. Un profeta hacedor de un milagro allá donde otros sólo ven lágrimas. Mantener al Leganés luchando por la salvación hasta el último suspiro ha sido una hazaña. Insuficiente, pero hazaña.

Llegó en noviembre cuando Butarque era tierra baldía de fe, pero repleta de recursos. Entonces jugaba a su vera En Nesyri. Y Braithwaite. Pero se los arrebataron en el mercado invernal. Podaron el árbol de sus recursos mientras las desgracias seguían golpeándole. Y llegó la pandemia y, tras el parón, el hedor a azufre de un descenso que amenazaba en diferido. No fue suficiente para derribarlo hasta el segundo final. Resistencia sin parangón. Orgullo pepinero en la desgracia definitiva.