NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El descenso de los tártaros

Cuántas veces habré dicho en los últimos años aquello de “si no vamos a Europa, al menos peleemos por no descender”. Durante mucho tiempo vivimos en el desierto de la mediocridad. Parecíamos abonados al decimocuarto puesto. Y yo empecé a sentirme como el protagonista de Dino Buzzati: esperaba a los tártaros por arriba y por abajo, sobre todo por abajo. Los tártaros entendidos como entusiasmo, como algo por lo que vivir. Ansié emocionantes salvaciones como contra el Murcia o la del gol de Coro. Y deseé con morbosidad gestas heroicas y milagrosas como la de Pochettino.

Poca cosa aplatana más que estar en tierra de nadie, no destacar en nada, ni para lo bueno ni para lo malo. Y eso que soy muy de Michael Scott en The Office cuando recuerda que su madre siempre le decía que las personas del montón son más especiales y que por eso Dios creó a tantas. En el fútbol, ser de un equipo promedio con ínfulas lleva a la desafección.

Rubi.
Ampliar
Rubi.AIOL

De pronto llegó Rubi y convenció a los jugadores de que eran los mejores cuando tampoco eran nada del otro mundo. Hasta salió Darder a decir que el objetivo era ganar la Liga. Se clasificaron para la Europa League, se invadió el estadio y joder, se disfrutó muchísimo. Tanto, que nos emborrachamos de éxito. Y ensoberbecidos, olvidamos de dónde veníamos y silbamos por no ganar a 7-0 a unos islandeses en los primeros minutos europeos en la historia de Cornellà y viajamos a Villarreal entre risas porque tantas personas no iban a caber en los bares y se nos recomendaba llevar bocatas. Aquello que siempre criticamos del vecino ahora lo aplicábamos nosotros.

Rubi nos hizo vivir una irrealidad tan profunda que, ya sin él, al comprobar que seguíamos siendo los mismos mediocres de antaño fuimos cayendo, poquito a poco, sin querer aceptarlo, como un personaje de Cheever. Creímos que la inercia histórica nos salvaría, llegó una pandemia, se reanudó la Liga, aleteamos como un pajarillo atropellado al que se intenta salvar en balde y nos hundimos en una profunda depresión hasta descender. Para cuando llegaron los tártaros ya no teníamos cura y ahora nos toca vagar incrédulos por Primera dos partidos más, sin estímulo alguno. Por lo menos Segunda aguarda con un reto claro.