Arnau Baqué

Revolución o muerte

No se trata de un mensaje de carácter bélico, nada más lejos de la realidad. Se trata de una idea que me ronda la mente desde hace ya mucho tiempo y que la implacable realidad del descenso no ha hecho otra cosa que confirmar. El peor Espanyol de la historia. Una frase tan lapidaria como ejemplificativa del desastre en el que está inmerso el club, mucho más allá del triste y catastrófico descenso a los infiernos de la Segunda División. Porque el problema perico no es estrictamente un accidente deportivo sino un problema estructural grave. Un problema de concepto, de proyecto, de forma de gobernar que o media una revolución en todos los ámbitos del mismo o está destinado a ir muriendo lentamente, de forma agónica, como así han decidido dejar a su suerte a esta entidad que en pocos meses cumplirá su 120 aniversario en el escenario más triste posible.

Este Espanyol no hay por donde cogerlo. Es un club desangelado, una caricatura de aquella entidad que a pesar de vivir siempre instalada en la dificultad económica sabía competir siempre, irreductible, fiel a su signo de luchar contra toda adversidad y en soledad. A esta entidad nos la han cambiado, para mal, por desgracia. Han transformado a la misma en un sucedáneo sin personalidad, carente de todo espíritu de lucha y alejado de su patrimonio más valioso y fiel, los socios y aficionados.

Chen Yansheng.

Este Espanyol necesita una limpieza total en todos sus estamentos, empezando por una plantilla que ha demostrado una indolencia insultante y que ha arrastrado la camiseta por los suelos como ni los más veteranos del lugar recuerdan. Una vergüenza histórica en el campo que tiene su traslado en los despachos, donde pretenden imponernos la continuidad y reconstrucción deportiva en la persona de uno de los máximos responsables de esta debacle. Y acabo en la propiedad y la cúpula directiva, que no queda exenta, ni mucho menos, de responsabilidad.

Una propiedad que no está presente, que no se entera de la película y cuyas decisiones organizativas y deportivas están siendo nefastas. Un presidente que a día de hoy, casi cuatro años después de su llegada, parece no haber aprendido nada de nuestra idiosincrasia y que colecciona una lista de cargos tan interminables como de cadáveres en el armario, como muestra más explícita de los bandazos totales que suponen su gestión.

Una revolución a la que el Espanyol está obligado si no quiere seguir dando nuevos y lentos pasos agónicos para dejar perecer a este club enfermo y sin espíritu. Porque nos enfrentamos a la temporada más importante de nuestra historia y están en juego nuestra supervivencia deportiva y económica, puesto que después de una crisis deportiva siempre llega una institucional y patrimonial. Despierten señores dirigentes, o lideran una revolución total o nos morimos.