Morir en casa del enemigo

Fin. El Espanyol cerró los ojos en el Camp Nou. Murió en casa del enemigo futbolístico, de su yugo, aquel que le ha acompañado desde principios del siglo XX, que le vio crecer, derrumbarse y volverse a levantar. Y, ahora, de nuevo, le vuelve a ver caer en la peor temporada de la historia del club blanquiazul, que esta noche ha certificado su descenso. Una calamidad a falta de tres jornadas para el final de LaLiga. Ni alargar el milagro fue posible.

Fuegos artificiales. La muerte del Espanyol, al menos, ha sido en silencio y en soledad, sin las mofas de los aficionados azulgrana, que llevan años cantando el “a Segunda, oé” sin éxito y, curiosamente, el día que no pueden entonarlo es cuando se cumplen sus deseos. Unos fuegos artificiales en el segundo tiempo fueron el único festejo visible. Triste consuelo para una plantilla deshauciada, que casualmente no ha hecho sus peores partidos en los derbis, desde el empate con Abelardo en Cornellà al partido de esta noche, digno dentro de la indignidad del curso ante un Barcelona, eso sí, que está también a años luz de su mejor versión.

Fútbol sala y rugby. Y el descenso se consumó con una alineación novedosa, con canteranos como Víctor Gómez o Pol Lozano, con inadvertidos como Calero, que no era titular en LaLiga desde el 22 de diciembre, y con Embarba y RdT a la buena de Dios en ataque, solos, con 50 metros por delante. Rufete dispuso de una defensa de cinco como ya ordenó Rubi el curso pasado. Y el Espanyol aguantó lo que pudo, defendiendo en espacios reducidos como el fútbol sala y atacando a campo abierto como el rugby.

El VAR. Ese juego de espacios cambió en diez minutos kafkianos. En el 49’, con apenas tres minutos jugados, Ansu Fati fue expulsado. Cuando el panorama se esclarecía para el equipo de Rufete, Lozano se excedió en una entrada a Piqué y vio también la roja. Y, en el 55’, Suárez hizo el 1-0. Todo transcurrió rápido, el castillo perico se desmoró en un abrir y cerrar de ojos, como ha ocurrido en este curso. El Espanyol ha pasado en un año de celebrar la clasificación europea a verse en Segunda.

Levantarse. En un derbi descafeinado, el Espanyol confirmó que el curso próximo jugará en Segunda. No es la primera vez y, como sabe el Barcelona mejor que nadie, en la dificultad crece el perico. Que se repita la historia. A partir de mañana volver a subir cuanto antes es la única misión posible.