La Fórmula 1 vuelve entre rebrotes

El Mundial de Fórmula 1 estaba dispuesto a arrancar en la segunda semana de marzo, ya desplazado en Melbourne, a pesar de las malas noticias que se encadenaban en el planeta. El virus avanzaba. Los eventos se suspendían: NBA, LaLiga, MotoGP, Giro, Libertadores, Euroliga… “Me sorprende mucho que estemos aquí”, decía Lewis Hamilton, erigido en portavoz de la parrilla. McLaren había renunciado a competir tras detectar un positivo en su seno. La F1 conducía en dirección contraria. Y el mismo viernes, día 13, con los pilotos ya en Albert Park, se canceló con el enigma de su reanudación. “Nos vemos en Bakú”, decían por Australia. Pero la cosa se alargó más. Este domingo, 114 días después de aquel estreno fallido, el campeonato vuelve en Austria, tras superar mucho sufrimiento.

El panorama deportivo ha cambiado poco: Mercedes ocupa las dos primeras plazas. Pero el mundo de hoy es muy diferente. La Fórmula 1 regresa sin público, con un calendario de ocho carreras reducido a Europa y con un estricto protocolo de seguridad. Las 4.032 personas presentes en el Red Bull Ring han dado negativo en los test. Otra demostración de que los promotores deportivos, salvo díscolas excepciones como Djokovic, se toman su futuro con seriedad. Ya lo hemos visto en LaLiga y en la ACB. La F1 supone un reto superior, porque se trata del primer evento internacional reanudado. Hay muchos ojos puestos en Spielberg. La disciplina del deporte, la capacidad de organizar y el deseo de normalidad chocan, sin embargo, con comportamientos sociales que provocan rebrotes. Este sábado hubo varios ejemplos, como el confinamiento de Lleida, que ha obligado a trasladar la Liga MAPFRE de tenis, o el preocupante crecimiento en Estados Unidos, que ha suspendido veladas de la UFC y cuestiona el retorno de grandes citas como la NBA y el US Open. No caben confianzas.