Arthur como síntoma

El partido de anteayer, contra el Atlético de Madrid, fue un paso más en la agonía del Barça en esta fase final de la liga. Y nos espera la Champions. Con cada nuevo empate, los de Setién reafirman su condición de ni fu ni fa, a expensas solo de las genialidades de Messi. A la sensación de un equipo invertebrado, desfondado, que fía su empuje a la motivación y los caprichos de Arturo Vidal —el jugador roomba, con permiso para barrer todo el campo—, se añade el desbarajuste psicológico y futbolístico del traspaso de Arthur.

El brasileño, que vivió su salida forzosa como un sinsentido kafkiano, resume por pasiva todos los errores del club blaugrana en los últimos tiempos. La renuncia a un jugador de 23 años como él, con buenos detalles, es también un gesto simbólico. Se renuncia al pasado porque Arthur era el único fichaje reciente que coincidía con el estilo que es marca del Barça, y además pulsaba una tecla nostálgica por su toque similar al de Xavi. Y se renuncia al futuro porque se da un aviso a los jugadores jóvenes, de casa y de fuera: Bartomeu y la dirección técnica han convertido el club en un Monopoly de futbolistas, donde juegan a comprar y vender para cuadrar la economía a 30 de junio. El buen fútbol es ahora algo secundario.

Quique Setién, en la banda, y Arthur, en la grada.

Causa o efecto de la situación, lo cierto es que el trabajo de Setién se ha impregnado de esta desidia. Poco queda del espíritu aventurero que prometía su llegada. Frente al Atlético su equipo jugó sin extremos, con un centro del campo plano, a expensas de un joven Riqui Puig que, junto a Ansu Fati, han pasado de ser chicos con los que "hay que tener paciencia" a argumentos de un estilo. El aire de improvisación y desconfianza, frente al Atlético, se resume en un detalle: pese al calor bochornoso, las piernas pesadas y la falta de ideas, Setién solo realizó tres cambios, dos de ellos en los últimos cinco minutos. Es todo un síntoma que, entretanto, Pjanic fuese titular en el partido del Juventus y a esa misma hora Arthur ni siquiera pisara el césped del Camp Nou.