El camarote de los hermanos Marx

A falta de siete jornadas para el final y a ocho puntos de la salvación, el Espanyol decide despedir a Abelardo, el tercer entrenador de la peor temporada de la historia. Asumirá el cargo Rufete, nombrado recientemente director general deportivo, encargado de la planificación del próximo curso, que ahora deberá también lidiar con estas tres semanas de competición en busca de un (casi) imposible. El Espanyol se ha convertido en el camarote de los hermanos Marx, un sinsentido en el que todo lo que sucede supera lo anterior. Es difícil encadenar tantas decisiones que dejan al aficionado anonadado.

Hace un año y un mes, todos los pericos se tomaron a broma las primeras informaciones que situaban a Rubi en el Betis. La misma reacción ha sucedido ahora con el despedido de Abelardo. “¿Esto es fake?”, preguntaban en varios grupos de whatsaap o en las redes sociales. Nada ha sido feak en un año repleto de despropósitos, cuando justo hace una semana, después de ganar a Alavés y empatar ante Getafe, la confianza en el técnico era plena. En dos partidos el castillo se ha derrumbado. Era de arena.

El primer desliz fue el de pretender compaginar las tres competiciones con un técnico novel como David Gallego, que ya en pretemporada se evidenció su falta de sintonía con la plantilla, y configurar un equipo gastando solo la mitad de lo ingresado por las ventas. Después, fichar a Machín y prometerle que en el mercado de invierno se reforzaría al equipo para poder desarrollar su modelo de juego, pero fue despedido en diciembre. Y con Abelardo ha sucedido prácticamente lo mismo. Antes del parón, ante Osasuna, el Espanyol perdió y se quedó ya lejos de la salvación. Un despido en ese momento hubiera sido más entendible que el actual, que supone la última bala de Chen, quien autoriza las decisiones. Todo es asumido por Rufete, ahora mismo el hombre fuerte de la entidad. Un ‘all in’ en toda regla. Si el director deportivo salva al equipo saldrá a hombros como nunca antes se ha visto, pero también puede erosionar su figura y perder aún más una confianza deteriorada. ¡Más madera!