Una sentencia a muerte
Final del film. Los descensos nunca llegan de golpe ni por sorpresa. Capítulo a capítulo se desenreda la trama hasta el desenlace, como una serie o como la temporada del Espanyol, que alcanza sus últimos coletazos con un final cantado. No hay giros de guion. El curso ha ido advirtiendo el drama desde la pretemporada y esta noche en Sevilla se ha constatado que el protagonista muere. Solo queda certificar la forma y el momento, pero no parece que haya épica o esta se produzca con las botas puestas, como un ‘western’ de John Ford.
Despropósitos. La victoria del Eibar fue el primer augurio. No cabían más resultados que la victoria ante un Betis con nuevo entrenador. Pero el Espanyol apenas demostró ambición desde la alineación, con Iturraspe, sombra del jugador que fue, antagonista perico por su acción del 1-0. RdT solo jugó 35 minutos, sin interaccionar, y su situación es tan enigmática como El Código da Vinci. El despropósito se cerró con Campuzano, que no jugaba desde enero. Y, para más perplejidad, fue el mejor sobre el césped. El Espanyol deambuló como un invitado al trofeo veraniego del equipo local, sin alma, sin evidenciar lo que estaba sucediendo: que estaba recibiendo impasible su sentencia a muerte.
La plantilla. El cúmulo de despropósitos siguió después. El Espanyol se jugó la vida con Calero, Vargas y Ferreyra, sus tres grandes fichajes para el inicio del curso, en la grada o en su casa, mientras que sobre el césped se jugaban las habichuelas Víctor Gómez y Nico Melamed, con ficha del B. Una muestra más de lo que ha sido el curso, del rendimiento de la plantilla, de la habilidad de los tres entrenadores para sacar jugo y de la política de fichajes del curso. Una concatenación de errores que envía ya al reo a Segunda. No está el Espanyol para que una alma bondadosa se apiade de él.