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Un nuevo y espléndido Espanyol, un viejo enemigo

Había retomado el Espanyol la competición con una solvente victoria ante el Alavés. Tres puntos que los más incrédulos, a los que no se puede culpar dada la temporada mediocre con que les venía obsequiando el equipo, atribuyeron a que los babazorros habían tenido que jugar más de una hora con diez. Pues bien. En Getafe demostraron los pericos no solo que la nueva normalidad mostrada el sábado no sería flor de un día sino también que con diez se puede aguantar. Resistir. Perseverar. Y, moralmente, ganar.

Ya era meritorio que empezaran dominando los de Abelardo en un Coliseum que arrastra río abajo a sus visitantes. Pero más lo fue que sobreviviera y se repusiera a la escandalosa expulsión de Bernardo. Un manotazo sobre Damián que Munuera Montero interpretó como una agresión. De acuerdo. Puede un árbitro ver lo que no es. Pero, ¿y el VAR? ¿De qué sirve si no le corrige, si ni siquiera le sugiere ir a ver la acción repetida en la pantalla? Una de esas acciones que, si bien no suponen un descenso a un equipo que ha cometido innumerables errores durante el curso, sí pueden arrebatar unos puntos valiosísimos para escapar de él.

Porque, durante más de 70 minutos en inferioridad numérica, si el Espanyol no se llevó los tres puntos del Coliseum fue únicamente porque se topó una y otra vez con Soria. Salvó a su equipo una y otra vez, ante Calleri, Wu Lei, frente a un nuevamente inspirado Embarba. Contuvo el portero las transiciones del conjunto de Abelardo, quien supo igual que el pasado sábado leer el partido y las circunstancias mejor y más rápidamente que su oponente.

Se vio, pese a las adversidades, a un Espanyol vivo, solidario, cohesionado. Tanto, que aun siendo diez jugadores no se sucedieron los cambios hasta el cuarto de hora final. Y no para amarrar el 0-0, aunque en esos instantes que marcan el destino sí lo hizo así Diego López, providencial, en una de esas paradas que pueden recordarse si se alcanza el milagro de la permanencia.

Acaso la mejor versión de los pericos esta temporada, que llega cuando más se necesita, se topó al fin con un viejo enemigo. Aunque en algunos casos se ganó a pulso, no es casualidad que haya acabado el equipo blanquiazul con expulsados en cinco de sus seis últimas salidas. Pero su esperanza es que, a diferencia de ese derrumbe que sufría una y otra vez en la vieja normalidad al mínimo contratiempo, ahora se crece. En definitiva, el nuevo Espanyol ha recuperado el espíritu que mejor lo ha definido en sus 120 años: el de superarse en la adversidad. Así, claro que se puede.