Nuevo tiempo, viejos hábitos

Nunca le faltan buenos futbolistas al Real Madrid y pocas veces se dan un fiestón de juego. Prefieren la discontinuidad, agarrar momentos y salpimentarlos aquí y allá durante el partido. Ese carácter fragmentario se ha repetido durante las últimas temporadas, incluidas algunas que terminaron con éxito en la Copa de Europa, pero con frustración en la Liga. Esa era la vieja normalidad. La nueva apunta a lo mismo. El Madrid amenazó con masacrar al Eibar, pero se expuso a un sofocón en la segunda parte.

Zidane no acababa de explicarse la regresión de su equipo en el segundo tiempo. ¿La corta preparación? ¿La administración de las reservas físicas en el vendaval de partido que se avecinan? ¿La confianza absoluta en la victoria después del 3-0 en la primera parte? ¿La escasa aportación de los jugadores que ingresaron tras el descanso, con Bale a la cabeza de los desganados? No se lo explicaba el entrenador y hacía bien. Siempre es un peligro encontrar coartadas a mano para justificar los problemas, por leves que parezcan.

El Madrid funcionó con firmeza en el primer tiempo, sin distraerse por el delicado gol de Kroos en el arranque del encuentro. Fue un remate a la altura de su prestigio como tirador de precisión. Los habituales valles del equipo en los partidos suelen producirse después de goles que parecen garantizar partidos fáciles. Esta vez, no. El Eibar combatió como siempre y tuvo arrestos para reponerse de la temprana desventaja, pero la defensa del Madrid no cometió errores.

Los jugadores del Madrid celebran el gol que Sergio Ramos materializó ante el Eibar en el regreso de blancos y armeros a la competición.

De destrozar a la insegura defensa del Eibar se encargaron dos delanteros: Benzema y Hazard. El francés se movió con la soltura y la astucia que le caracterizan. Toda la atención se dirigió a Hazard, que por fas o nefas apenas ha participado en la temporada. Se lesionó cuando marcaba las diferencias que se esperan de su ingenio. La epidemia le ha concedido el tiempo necesario para regresar. No bajó del notable en el primer tiempo y en algún instante alcanzó el sobresaliente.

A Hazard le faltó un punto de velocidad y el muelle para salir disparado después de sus clásicos giros y amagos. Todo indica que está en condiciones de afinarse pronto y bien. Es una gran noticia para el equipo y para el madridismo. A su espalda, el Madrid fue solvente y enérgico. Nadie representó mejor este perfil que Sergio Ramos, imperial en el corte, carrera (80 metros) y gol con la portería abierta. Nadie pudo seguirle en su galopada. Hazard, que siempre está más cerca del pase de gol que de anotar, comprendió que Sergio merecía marcar más que él. Le cedió la pelota y la satisfacción.

Por las razones que fueran, y dos de ellas fueron la incapacidad de los mediocampistas para gobernar el juego y el nulo impacto de los suplentes cuando aparecieron en el campo, el Real Madrid fue superado por el Eibar, equipo que no desmaya. Merece un monumento. El Madrid se agujereó en todas las líneas. No inquietó a Dmitrovic, pero dejó que Courtois estuviera inquieto todo el segundo tiempo. Un par de buenas paradas del gigante belga, un tiro al larguero y un gol. Aunque nunca se presintió el incendio, el Real Madrid jugó con fuego, instalado en una vieja normalidad que no le conviene nada.