Insultos por megafonía

Leo que 'Sky Sports' usará sonido ambiente del FIFA20 en sus próximas retransmisiones de la Premier League para suplir la falta de público en las gradas y no me sorprende. Debo estar ya muerto por dentro porque lo vuelvo a mirar y el café no me sale a borbotones por la nariz. Las burbujas de indignación no me trepan desde el estómago hasta las yemas de los dedos antes de escribir alguna tontería en Twitter. Hace trece años fue distinto. El Real Oviedo, que es mi equipo, peleaba la permanencia en Segunda B y el entrenador se levantó tan ocurrente como la gente de Sky. Pidió que grabaran los insultos de la grada y se los puso por megafonía a los chavales para trabajar el miedo escénico en el entrenamiento. Bajamos a Tercera y me ardieron las yemas. Supongo que la nueva normalidad también es tragar con lo que nos echen.

"Jugar sin público es más triste que bailar con tu hermana", dice Luis Enrique. Las luces de la verbena iluminan monstruos inesperados. Pienso en todos esos jugadores a los que les va a sentar bien la puerta cerrada. Sin el apriete inquisidor del público muchos lucirán como nunca. Es la hora de los inseguros, de los frágiles. La edad de oro de los que marcan cuatro goles sólo en los entrenamientos. Los de ¿ahora sí intentas esa bicicleta, cabronazo? Neymar es un personaje insufrible pero al menos se atreve en público con ideas que otros solo prueban en la Play o en estadios con cánticos prestados del FIFA. A esos los estoy esperando con curiosidad y una cruz en la mano.

Saúl celebra el gol que marcó al Liverpool en el Wanda.

Entre los aficionados del Atlético de Madrid flota la sensación de que pueden ganar la Champions League precisamente este año. Piensan que la vida ha desordenado tanto el guion que se lo ha puesto a huevo a un club tan propenso a desenlaces inesperados. Cuando les escucho pienso que el Oviedo también es amigo de la desgracia y que tiene apenas 35 puntos, los mismos que el Deportivo, ahora mismo en descenso. Lo pienso y me apetece escupir el café en la mesa y dejarme llevar por el burbujeo. Es la señal exacta de que todo está a punto de regresar.