Aduriz estará siempre
El enano me miró inquisitivo y me preguntó muy serio: "Entonces, ¿no va a volver a jugar con el Athletic nunca?". Pronunció el “nunca” con intensidad metafísica. Paseábamos por las afueras del pueblo. Yo negué con la cabeza y su mirada se perdió en el horizonte de campo verde y bosques eternos. Se mantuvo un buen rato en silencio. Supuse que estaba intentando hacerse una idea de lo que significa realmente un jamás.
Me pregunté si para mi hijo, que tiene nueve años, ese habría sido el primer momento en el que sintiera la irreversibilidad del tiempo en todo su alcance. Para él, Aduriz siempre ha estado ahí. No ha habido Athletic antes de Aduriz. ¿Cómo concebir lo que viene después? La escena me recordó a una que aparece en el libro Adiós al fútbol, del poeta italiano Valerio Magrelli. Tras la derrota de Italia en la final del Mundial 94, su hijo le pregunta: "Y ahora, ¿qué?" y él responde, abatido: "Ahora, nada".
Recordé que una vez escuché a Andreu Buenafuente decir que lo que realmente añoraba de la infancia era la sensación de seguridad que te da el hecho de que todo había sido siempre igual y el convencimiento de que siempre sería así. Me dije que crecer es probablemente afrontar cambios que asustan: muertes cercanas, un nuevo hogar o colegio y, sí, también, la retirada de tus ídolos.
El enano adora a Aduriz, como todos los niños en Bizkaia. Sentí una necesidad imperiosa de regalarle palabras consoladoras. Pero no acudían a mí. Finalmente, fue él quien hizo una nueva pregunta: ¿Y no estará en la final del año que viene ante la Real? Le respondí que sí, que claro que sí, pero no jugando, sino animando, mezclado en el público. Entonces, esbozó una sonrisa y afirmó: "Bueno, pero estará".
Y resulta que fui yo quien recibió palabras curativas. Porque el enano tenía razón. Aduriz estará siempre. Como lo están Iribar y Gurpegui, formando en la base de lo que significa el Athletic, que no es otra cosa sino la gente, las personas, el pueblo. Ese lugar del que, como dice nuestro himno, el Athletic surgió, y del que nunca dejó de ser parte.