Así fue el milagro del 96
25 de mayo de 1996. Después de unos días concentrados en Los Ángeles de San Rafael, estamos bajando la carretera de A Coruña dirección el Vicente Calderón. Unas horas antes, en el Club Náyade, un tal Cholo se subía por las paredes con la misión de no dejar dormir la siesta a nadie. Sus golpes en las puertas recordaban que sólo se podía soñar despierto. Había llegado el momento. Era el ansiado día, sobre todo para aquellos que no cumplimos con las expectativas dos años atrás. Llegaba nuestro turno para liberarnos y regalar a los nuestros la Liga. Pasamos por el puente de los franceses visiualizando el doblete, acariciando el milagro.
De la mano del gran creador Radomir habíamos realizado una pretemporada increíble, ganando todos los torneos. El serbio nos hizo comprender, tras quitarnos los miedos, que el camino era el idóneo. Habíamos llegado hasta allí con una forma de jugar arriesgada y brillante. Con la personalidad de Molina jugando de libre, con Geli y Toni de constructores de juego desde los laterales gracias a su calidad. Con el liderazgo de Solozábal escoltado por la disciplina de Santi. Con la concentración del leal Vizcaíno, la varita de Pantic en momentos de atasco, el talento de Cami y la convicción y sorpresa de Simeone, acompañado por dos alemanes arriba con almas de brasileños: Kiko y Penev. Ese es uno de los últimos onces de memoria de la historia del fútbol. Un once que se hubiese difuminado sin la ayuda, la solidaridad y el hacer equipo del comodín Biagini, del multiusos López, del Petete Correa y de Roberto Fresnedoso. Y de los Tomás, Pirri, De la Sagra, Fortune, Cordón, Dani, Felipe, Tomás o Ricardo, que hubieran cambiado la prima por jugar minutos en aquella temporada gloriosa.
Y allí estábamos, acercándonos al templo para jugárnosla contra el Albacete. Fue un campeonato larguísimo porque fue LaLiga de los 22 equipos. Y algunos cachondos decían que si hubiera habido dos partidos más nos la quitan. No sea jodido, ¡y si hubiese sido normal, la ganamos antes! Fue una pena que ese equipo no tuviese un recorrido de tres años más. Se equivocaron a la hora de creer que algunos jugadores, por ejemplo Penev, ya había terminado con su misión.
Yo, en mi línea de partidos trascendentales, me camuflaba en mis gracias para no dejar ver mi cagazo. Algunos no lo entendían hasta conocerme. Ya por la M-30, con el micro en mano, me dio por imitar a Rambo. Señalando a mi admirado Vizcaíno (el pilar silencioso), le decía, imitando al imitador de Stallone de la época, "¡no sientes las piernas, Juan!". El show lo prolongué solamente un par de minutos, hasta que divisé la marabunta atlética, el alquitrán se había fundido en rojiblanco. "¡El que no siento las piernas soy yo!", dije en voz alta tras soltar el micro. Era el día. Era nuestro día y el de los miles y miles de colchoneros que llevaban 19 años esperando a que su Atleti ganara de nuevo una Liga.
El partido y la presión lo manejamos de principio a fin. Ganamos con autoridad y pudimos gritar un "¡campeones!" de liberación. Lo celebramos como merecía la ocasión, aunque algunos eran remisos a la cabalgata por Madrid en caballo, al final todas la disfrutamos como nunca, Imperioso, incluido. El fin de fiesta fue apoteósico. Poético y flamenco. De Sabina a Ketama con la rúbrica jerezana de Navajita Plateada. Noches de Bohemia e ilusión. Así fue el milagro del 96.