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Un invierno sobre ruedas

El Mundial de Fórmula 1 ya ha aplazado o cancelado un total de ocho grandes premios, en un insoportable traslado de fechas que, en un efecto dominó, va posponiendo también la fecha oficial del estreno de la competición, como si viviéramos atrapados en el Día de la Marmota. La F1 ha corrido su calendario hasta el GP de Canadá, el 14 de junio, pero nadie se atreve a apostar por que ese será el debut definitivo. El Mundial de MotoGP, algo más reticente, sufre una experiencia similar con cinco carreras afectadas, una cifra que seguramente aumentará en próximas jornadas. Será difícil evitar que Francia (17 de mayo), Italia (31 de mayo) e incluso Cataluña (7 de junio) se vayan igualmente al traste, o más bien a ese nuevo limbo sobre el que habrá que decidir en un futuro, donde ya reside Jerez.

Los dos circos estelares del motor estudian escenarios para reflotar sus campeonatos, sin poder concretar nada, ante el desconocimiento absoluto que tiene la humanidad sobre qué caminos recorrerá aún el maldito virus. La F1 baraja disputar carreras en invierno, e incluso acabar en enero de 2021. Sus cábalas pasan por celebrar al menos quince para poder salvar unos beneficios dignos. Hace un par de semanas, Carmelo Ezpeleta también manejaba la opción de unas Navidades en moto, pero ahora se lo piensa mejor porque teme que la obsesión por rescatar este Mundial pueda saturar el final de año y poner en peligro el siguiente curso. En el fondo, el problema es que nadie sabe nada. Se pueden aplazar carreras hasta el infinito, se puede rediseñar el calendario, se pueden rehacer las cuentas… Pero la dura realidad es que la resolución no la va a decidir un organizador, sino un enemigo invisible que todavía no se puede combatir con ningún arma certera. Un enemigo que golpea a la salud y a la economía sin distinción… Y, por supuesto, a todos los deportes, por poderosos que sean.