Las vacas flacas llegan al fútbol

Recuerdo que mi madre, que detestaba el fútbol, siempre decía que estaba desfasado, por los dineros que movía. Hablo de principios de los sesenta, cuando a Luis Suárez lo vendió el Barça al Inter por 25 millones de pesetas, cantidad que se consideró obscena. Aquello provocó más de una 'página tres' del ABC, espacio que en esos años estaba considerado como expresión del colectivo intelectual del país. Trasladado al valor del dinero de hoy, aquel dinero equivale (más o menos, según el conversor), a 3,3 millones de euros. Un futbolista así (Balón de Oro vigente y entrando en 26 años), no se compra hoy por menos de 200. Y ya no nos espanta.

Hace poco, con Roures, eché cuentas de lo que valían los derechos de televisión del fútbol español en 1990, cuando se hizo el contrato conjunto Autonómicas-Canal + y lo que vale ahora, y salió que es casi cincuenta veces más. Nada en treinta años ha multiplicado por tanto su precio. El fútbol ha ingresado dinero en una escalada creciente, y ni siquiera la crisis de 2008 le afectó. De ahí salieron los futbolistas cobrando más, y ganado más ellos a su vez. El reciente estreno 'Un juego de caballeros', sobre el origen del profesionalismo, bien construido aunque algo maniqueo, plantea bien el tema del valor del fútbol como evasión.

De repente se plantea por primera vez un recorte al fútbol y se les pide un esfuerzo a los futbolistas. Empezó el Barça, donde Bartomeu se ha metido en un callejón sin salida con las sucesivas renovaciones de Messi, que le han dejado exhausto, hasta el punto de reducir la plantilla. Se habla de un recorte del 30% que habrían de acordar todos, en el seno de LaLiga, para ir juntos hacia los jugadores. No hay más remedio, porque la interrupción de las competiciones ha frenado los ingresos. Por primera vez, que yo sepa, salvo en las guerras mundiales y según dónde, las vacas flacas alcanzan al fútbol. Y no aquí o allí, sino en todas partes.