Dopaje sin control

Cuando el coronavirus estaba en plena ebullición en China, cuando desde Europa lo veíamos como un asunto lejano, un problema de otros, el diario L’Équipe publicó una página en la que advertía que el gigante asiático se encontraba sin controles antidopaje. El confinamiento de la población y el cierre de los laboratorios había relegado esta lucha a un segundo plano. Desde la distancia empezábamos a ver a los deportistas chinos en los Juegos Olímpicos de Tokio con su peligro de infección y, encima, con barra libre durante un largo periodo. Quizá debido a ese término del budismo tan manido últimamente que es el karma, o por el viejo refranero español que avisa de que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, resulta que Occidente se halla actualmente inmerso en el mismo agujero. En España están cerrados los dos laboratorios antidopaje, Madrid y Barcelona. Y en el Mundo sólo funcionan cuatro centros homologados, que se mantienen en secreto. Cuando una pandemia ataca al planeta, muchas cosas pierden relevancia. Si te dopas o no, es secundario.

Con el estado de alarma decretado en España, la AEPSAD se ha quedado inoperativa. Es más: sus trabajadores sanitarios han pasado a disposición del Gobierno por si tienen que reforzar el servicio contra el coronavirus, al igual que sus instalaciones y su material. Incluso su director, José Luis Terreros, que es médico, puede ser llamado a filas. La lucha antidopaje no es algo que ahora mismo preocupe en una sociedad confinada por una enfermedad. Lógicamente, este vacío puede ser aprovechado en algún momento por los tramposos de turno. Una actitud que va con el comportamiento humano. Igual que hay vagos que aprovechan el teletrabajo para ser más vagos aún, también emergerán estafadores en el deporte. Siempre hay garbanzos negros. Por fortuna, minoría en un buen cocido.