Asistí perplejo al penalti que entre Piqué (el que consiguió, con tanta protesta, que se revisase la acción), el VAR y Martínez Munuera se empeñaron en ver para desvirtuar el resultado del partido contra la Real Sociedad. El Barça estaba atascado en su juego de posesión estéril y la Real llevaba varios avisos, demostrando que su exhibición copera en el Bernabéu es fruto de la calidad y del buen trabajo de Imanol en su banquillo. Pero el VAR acudió al rescate de un Barça desdibujado, convirtiendo en penalti una acción de Le Normand en la que, aparte de ser una acción totalmente involuntaria, hacen falta 60 repeticiones para discernir si le da el balón en el hombro o en el antebrazo. Para colmo, en la acción en la que arranca la jugada Vidal se aprovecha de una posición en fuera de juego para forzar un mal despeje de la zaga donostiarra que terminó finalmente en la acción fatídica.

Llama la atención que en este mismo estadio el 18 de diciembre ni siquiera se dignasen a revisar en el VAR los dos penaltis más claros que se han visto en esta Liga. Los tacos que le clavó Lenglet a Varane en el cuádriceps y el agarrón contumaz de Rakitic, también a Varane, aumentando su camiseta en tres tallas, no merecieron, en opinión de De Burgos Bengoetxea, que Hernández Hernández fuese reclamado para constatar en la pantallita lo que vio el mundo entero. También son muy recientes las dos manos en el campo del Levante, en las que tampoco esta vez Hernández Hernández quiso ver nada y por supuesto el VAR estaba en otras cosas más irrelevantes… Ya sé que se le acusa siempre al Madrid, por ser un grande, de no poder quejarse de los árbitros. Pero lo que sí afirmo es que el trato arbitral entre el Madrid y el Barça es diametralmente opuesto y la moneda cae a favor de los azulgrana en el 99% de las ocasiones. Por eso en las redes sociales una de las interrogantes que está creando tendencia es: "¿Barça o Varça?".