El secreto de la salvación está en tu buhardilla, Jordi

Un impulso, casi un acto reflejo, nos guía instintivamente a agarrar el teléfono y marcar tu número cada vez que nos topamos con algún dato, reportaje, algún hilo del que tirar relacionado con la historia del Espanyol. Y de inmediato -igual que nos golpeaba directos a la lona en la mañana de este miércoles la muerte de la madre de una compañera, una amiga-, el consciente nos azota para recordarnos que no, Jordi, que ya no estarás en el otro lado para solventar nuestras dudas, para ayudarnos, para convertir nuestras líneas torpes sobre una anécdota cualquiera en una pieza única de coleccionista. Y así, una y otra vez desde que hace un año nos dejaste por tu gran corazón, sublimando esa gran paradoja que es el Espanyol, tu Espanyol, tan enorme por pequeño que parezca que lleva 120 años luchando contra todo y saliendo adelante. También ahora.

Te sorprendería, aunque seguro que lo estás viendo por una rendija que te abre a escondidas el portero (ya sabes, Zamora en la Tierra, San Pedro en el cielo), cómo volvió el Espanyol a Europa cuando casi nadie creía en ello. Aunque menos aún se veía venir la ‘espantá’ de Rubi, casi a la par con Borja Iglesias, o que la apuesta por el técnico de la casa saldría tan desviada (aunque Gallego, militante, continúa apoyando al equipo, como lo hizo en un Vila-Real de diluvio que parecía la Final del Agua, seguro que tu abuelo te sigue contando), aunque no peor que la de Machín. Lamentarías que Europa se acabara convirtiendo en un quebradero de cabeza, pese a que no se veía un peregrinaje como el de 1.200 pericos a Wolverhampton desde Glasgow, o desde que los jugadores cruzaron los Andes a lomos de mulas en los años 20. Y disfrutarías con Raúl de Tomás, cuyo semblante evoca a esos futbolistas con aire de galán, como Zamora o Gabriel Jorge. Está por ver el desenlace con Abelardo, quizá por ahí ya hasta lo sabéis.

No en vano, Jordi, la pócima de la permanencia está en tu buhardilla. Sí, como lo oyes. Entre reliquias, objetos únicos y recortes de otros tiempos seguramente mejores o no. La pócima reside en el peso del escudo, en el orgullo que supone portarlo, la garra que genera defenderlo. Está en aglutinar el señorío de Saprissa o Massana, la elegancia de Solsona o Lauridsen, el empuje de Parra, Argilés, Canito, Pochettino o Luis García, el olfato de Arcas, José María, Marañón o Tamudo, el cerebro de Marcet, Francisco o De la Peña, y la eternidad de Dani Jarque. El éxito del presente y el futuro se encuentra en el manejo de la memoria. Y en eso, ya lo sabes, nadie como tú, Jordi.