Los de la Real también merecemos una final
Os entiendo. De verdad os entiendo. Seguramente, si estuviera en vuestra situación, haría lo mismo. Me refiero a si no estuviera la Real Sociedad en esta semifinal de Copa del Rey. Yo también me posicionaría en favor del Mirandés. Es algo innato del ser humano, sentir simpatía por el rival más débil, ponerse de su lado y desearle que gane al equipo más fuerte. Supongo que ver a un equipo de Segunda en la final de Sevilla motiva mucho. Lo entiendo, en serio. Es como si el fútbol modesto se rebelara contra las gigantes carteras que dominan hoy este deporte. El Mirandés es como la resistencia que lidera ‘El Profesor’ en ‘La casa de papel’. Y encima es que me cae bien. Siempre hemos tenido buena relación con ellos. Se les ha ‘ayudado’ con renovaciones de todo tipo, este año con Guridi, Merquelanz y Sagnan, sin ir más lejos.
Pero a partir de aquí reivindico lo mío. Porque da la sensación de que la Real no se merece llegar a la final de Copa. Que tendría más mérito el Mirandés y por tanto lo merece más. Y en eso no estoy de acuerdo. La Real está haciendo tantos merecimientos como el equipo de Andoni Iraola. Ha ganado todos los partidos marcando 23 goles, eliminando también a tres equipos de Primera, entre ellos el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Os pongo en contexto estos números para que entendáis cómo se ha trabajado en San Sebastián esta Copa. Y si para el Mirandés es histórico, también para la Real, que lleva más de tres décadas sin plantarse en una final copera. Argumentos para soñar tenemos todos, por encima de los paternalismos hacia el equipo más débil.
Los que somos de la Real también merecemos una final. Que parece que no, solo por no ser de Segunda. Y estamos todos muy nerviosos, excitados, emocionados, ilusionados... Mucho, muchísimo. Tanto como los del Mirandés. No puede ser de otra forma, aunque no se lo crean. Ustedes ya saben de qué pie cojeo. Saben que estoy orgulloso de ser de Irún, que mi amor por el Real Unión y, sobre todo, el Club Deportivo Bidasoa es profundo. Mi aita (padre en euskera) me enseñó a quererlos. Los equipos de mi tierra. Es una herencia de la que me enorgullezco. También, claro, me hizo de la Real Sociedad. Porque él, siendo extremeño de nacimiento, es muy de la Real. Y yo crecí observando su gran afición txuri-urdin. Me la supo transmitir, y ahora yo no puedo evitar continuar con ese legado. Siento devoción por los colores azul y blanco. Sufro y disfruto al mismo tiempo.
Les cuento. Nací el año de la primera liga de la Real y tenía seis años cuando la Real ganó la Copa por última vez. Tengo vagos recuerdos de aquella final, pero sí me acuerdo de la emoción de mi padre. Y me he pasado toda la vida soñando con ver a la Real en una final. Pero por el camino hemos sufrido tantas decepciones que ya hasta había perdido la esperanza. Hasta que Imanol Alguacil nos ha rescatado. No sé si pertenezco a esa llamada generación perdida de la Copa de la Real, pero al menos me siento muy cercano a ella. Y en Anduva tenemos una oportunidad única e histórica de poner fin a todo eso, de volver a soñar en txuri-urdin. Porque ya nos merecemos ver por fin a la Real en una final. Nosotros también lo merecemos. No tengáis ninguna duda. Que parecemos los malos de esta película. Y nosotros también tenemos una larga historia de superación. No somos unos ricos apoderados que pagamos a golpe de talonario. También pertenecemos al pueblo, somos humildes y orgullosos. Mirad nuestra historia para comprobarlo. Por eso queremos esta final. Es momento de honrarla, equipo. Como ha dicho Imanol en Zubieta: “¡Vamos, a por ellos!”